Este capítulo de Mateo 23,1-12 nos va a servir a nosotros para reflexionar sobre la comunidad parroquial, esa comunidad en la que vivimos, en la que el Señor nos ha puesto, y en la que tenemos que vivir nuestra fe, esa comunidad de la que tenemos que estar agradecidos.
Jesús critica la hipocresía de hacer para ser visto y aparentar, en vez de para dar gloria a Dios. Jesús nos va indicando cómo tienen que ser las relaciones de sus discípulos en la comunidad, para crear esa fraternidad que tiene que caracterizar a los discípulos que le siguen. Pone el acento en desterrar de la comunidad las actitudes que crean opresión, dominio, superioridad, desigualdad… todo lo que rompe la fraternidad
Para decir que tienen que desterrar estas actitudes Jesús nos emplaza o nos pone tres puntos: – no llaméis a nadie padre, más que al del Cielo – no llaméis a nadie señor, más que a su Hijo, el Cristo – no llaméis a nadie maestro, más que al Espíritu. Después pone como norma común, para acabar, el servicio, ponerse al servicio de los demás.
Si nosotros queremos saber cómo tienen que ser nuestras comunidades parroquiales, cuáles son los juncos para elaborar esas comunidades, tenemos que mirar a la Santísima Trinidad.
Pero ahora nos centramos en las palabras de Jesús de no llaméis a nadie padre, no llaméis a nadie señor-jefe, y no llaméis a nadie maestro, aplicadas a la vida de comunidad desde la Trinidad.