La obediencia de la fe

VER:
El verbo ‘obedecer’ deriva del latín y está compuesto del prefijo «ob» (hacia) y «audire» (oír). Su sentido original es ‘saber escuchar’, y más tarde fue derivando hacia ‘cumplir una orden’ o ‘hacer caso’. Normalmente se entiende como hacer caso a la fuerza, por imposición de una autoridad, pero esto es erróneo. El hecho de acatar una orden no significa que la persona que lo hace actúe por coacción: la decisión puede tomarse libremente, ya sea por respeto a quien nos lo pide, o porque, si se ha sabido escuchar y se ha analizado esa petición, le hemos encontrado sentido.
JUZGAR:
En la 2ª lectura, san Pablo decía que “ha recibido la gracia del apostolado para suscitar la obediencia de la fe”. Demasiadas veces la vida de fe se ha entendido y se sigue entendiendo por muchas personas como una imposición de la autoridad eclesiástica, un conjunto de normas y preceptos que no se sabe muy bien por qué pero ‘hay que obedecerlas’ (todavía hay personas que siguen preguntando si en determinada fiesta ‘es obligación oír Misa’). Desde esta concepción de la vida de fe, no es de extrañar que en la mayoría de personas surja la ‘desobediencia’.
Sin embargo, la obediencia de la fe es algo mucho más profundo, y este cuarto Domingo de Adviento nos invita a vivir esa obediencia desde su sentido original como ‘saber escuchar’, una obediencia que en todo momento respeta la libertad de la persona, y la Palabra de Dios que hemos escuchado nos ha ofrecido varios ejemplos de obediencia y desobediencia.
En la 1ª lectura hemos escuchado que “el Señor habló a Ajaz y le dijo: «Pide un signo…»” Ajaz está en una situación política muy complicada y Dios le invita a confiar en Él. Pero Ajaz no quiere escuchar, prefiere quedarse en sus seguridades políticas y por eso responde negativamente, aunque disfrazando su respuesta de una falsa piedad: “No lo pido, no quiero tentar al Señor”. Ajaz decide libremente no obedecer la petición de Dios y seguir su propio criterio, pero no le servirá de nada, porque “el Señor, por su cuenta, os dará un signo…” El Plan de Dios acabará cumpliéndose.
Y en el Evangelio hemos escuchado dos ejemplos de obediencia de la fe, no por obligación sino por saber escuchar. En primer lugar, María… esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. En el Evangelio según san Lucas (2, 26ss) se nos narra el momento de la Anunciación, y encontramos cómo María ‘obedece’, sabe escuchar el anuncio y lo reflexiona (“se preguntaba qué saludo era aquél… ¿Cómo será eso…?”) y después da libremente su respuesta: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. María podría haber dicho ‘no’, pero a diferencia de Ajaz, Ella acoge el Plan de Dios aunque no lo acabe de entender, y por eso su aceptación es una muestra de obediencia de la fe.
Y también hemos contemplado a José. Él “era justo”, procuraba que toda su vida se ajustase a Dios y a la Ley, y por eso la situación de María le provoca un conflicto y “decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel” que le comunica que todo esto forma parte del Plan de Dios. Y José ‘obedece’, sabe escuchar el mensaje de Dios y “cuando se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. Igual que María, José acoge el Plan de Dios aunque no lo acabe de entender, y por eso su aceptación es otra muestra de obediencia de la fe.
ACTUAR:
El Señor nos invita a celebrar la Navidad como lo que es: la actualización del nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre. Y ante esta invitación debemos responder libremente, no por obligación.
Mirando a Ajaz, podemos preguntarnos si de verdad estamos dispuestos a acoger los ‘signos’ de la presencia de Dios, y a seguirlos, o preferimos ‘desobedecer’ como él y seguir con nuestros planes antes que abrirnos al Misterio del Dios hecho hombre y todo lo que esto significa para nuestra vida.
Mirando a María y a José podemos preguntarnos si sabemos escuchar a Dios en su Palabra, en la oración, en la Eucaristía… sobre todo ante los imprevistos, contratiempos y dificultades que la vida nos presenta, y si estamos dispuestos a ‘obedecer’ por la fe, libremente, aunque no entendamos cómo se va a desarrollar el Plan de Dios y aunque eso suponga cambiar nuestros propios planes.
Lo que es y significa la verdadera Navidad ocurrirá, lo acojamos o no. Ojalá vivamos la obediencia de la fe y sepamos escuchar el gran anuncio: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.