La caja de la Navidad

VER:
El mito griego de Pandora nos cuenta que Zeus le entregó una caja, con instrucciones de no abrirla, pero Pandora, por curiosidad, la abrió. La caja contenía todos los males para la humanidad (enfermedad, tristeza…) que se esparcieron por el mundo. Pandora cerró rápidamente la caja y en ella sólo quedó la esperanza, que estaba al fondo, para que las personas pudieran sobrellevar esas desgracias. De este mito surgió la frase: ‘La esperanza es lo último que se pierde’.
JUZGAR:
Estos días muchas personas ya están abriendo ‘la caja de la Navidad’, en la que tienen guardado todo lo referente a estas fiestas. En esa caja solemos encontrar adornos, luces, figuritas del Belén… que van ocupando su lugar en nuestros hogares.
Para la mayoría de la gente, la Navidad se reduce a esos elementos visibles, a los adornos, regalos, comidas y cenas, reuniones familiares… sin ninguna referencia a la fe cristiana, que es el origen de la Navidad. Estos elementos son como cáscaras vacías y por eso no es de extrañar que mucha gente sufra durante estos días, porque los males de la caja de Pandora están muy presentes en sus vidas, y en el mundo, y en su ‘caja de la Navidad’ no hay rastro de esperanza, porque no está Dios.
Este segundo domingo de Adviento nos hace una llamada a que, al abrir nuestra ‘caja de la Navidad’, no olvidemos buscar en ella la esperanza. La 1ª lectura nos ha ofrecido la visión de Isaías que se producirá “en aquel día”, en el que desaparecerá el dolor y sufrimiento y que traerá la deseada paz y justicia; pero ese futuro de felicidad viene gracias a ese “vástago” sobre el que “se posará el espíritu del Señor”, y que es Jesús, el verdadero Mesías de Dios.
En el Evangelio también hemos escuchado la llamada a la esperanza que hace Juan el Bautista: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos…”. Y Juan el Bautista deja claro que esa esperanza no es un mero sentimiento, sino una Persona: “El que viene detrás de mí es más fuerte que yo… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…”.
El Jubileo de la Esperanza ha entrado en su etapa final, pero lo que significa no termina, siempre hemos de ser ‘Peregrinos de Esperanza’, como indica su lema. Por eso, hemos de seguir teniendo presente, particularmente en estos días de Adviento, lo que se nos dice en la Bula de convocación:
«Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad». (1)
Puesto que, siguiendo con el ejemplo del mito griego, los males que liberó Pandora siguen afectándonos negativamente, el Adviento es una llamada a sacar la esperanza de nuestra ‘caja de la Navidad’. Una esperanza que no es sentimentalismo, ni un deseo indefinido de felicidad, como nos repetimos en estas fechas, ni una confianza ilusoria en que ‘todo irá bien’. La esperanza que contiene nuestra ‘caja de la Navidad’ es la que anunció Juan el Bautista: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que anunció el Evangelio, murió en la Cruz y Resucitó, y que nos bautiza con Espíritu Santo. Y «la esperanza se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida». (3)
ACTUAR:
«La vida cristiana es un camino, que necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús». (5) Y uno de esos momentos fuertes es la Navidad; por eso necesitamos prepararla bien, con esperanza, durante el Adviento.
Los males liberados de la caja de Pandora siempre van a estar presentes en nuestro mundo y en las personas; por eso nosotros necesitamos liberar la esperanza de nuestra ‘caja de la Navidad’. Que todos los elementos externos nos ayuden a tener bien presente a Quien da sentido a estas fiestas: el Hijo de Dios hecho hombre, que nace entre nosotros. Que el Espíritu Santo nos haga vivir el tiempo de Adviento como lo que es: un tiempo de espera y un tiempo de esperanza, para «que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos». (25)