Una santidad encarnada

VER:
Hace poco, escuchando a una persona bastante culta, agnóstica, vi que uno de los prejuicios tópicos hacia los cristianos, que está muy presente, es que centramos nuestra atención en la vida eterna y por eso no valoramos las realidades del mundo, nos evadimos de ellas e incluso las despreciamos. Es innegable que algunos viven su fe de un modo ‘cerrado’, y sienten desconfianza y rechazo hacia ‘el mundo’, como un obstáculo para alcanzar la vida eterna. Pero algo que ha ido avanzando, lentamente pero con fuerza, desde el Concilio Vaticano II es lo que dice el comienzo de la constitución ‘Gaudium et spes’: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón». (1)
JUZGAR:
Hoy celebramos la Solemnidad de Todos los Santos. Y uno de los aspectos de esta celebración es la certeza de que la fe en Cristo y la esperanza en la vida eterna están fuertemente arraigadas en ‘el mundo’, que no es un obstáculo sino un estímulo para alcanzar la salvación. Y que encarnarse en la realidad, como el Hijo de Dios se encarnó, que el compromiso en el mundo, es el camino de santificación al que todos estamos llamados para alcanzar la felicidad eterna. Así lo expresó el Papa Francisco en su exhortación apostólica ‘Gaudete et exsultate’, que tiene un subtítulo: ‘Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual’: «El Señor lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada». (1)
Y más adelante dice: «Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada sólo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra». (14)
Y en el Evangelio hemos escuchado el programa a desarrollar en ese camino diario de santidad: las Bienaventuranzas, sobre las que reflexiona el Papa Francisco: «Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas. Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas». (63) Y va poniendo ejemplos concretos a partir de cada Bienaventuranza (64-94): Frente al materialismo y consumismo, «ser pobre en el corazón, esto es santidad». Frente al ambiente de crispación y enfrentamiento, «reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad». Frente a la globalización de la indiferencia, «saber llorar con los demás, esto es santidad». Frente a la pasividad y falta de compromiso, «buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad». Frente al egocentrismo, «mirar y actuar con misericordia, esto es santidad». Frente a la mentira y falsedad, «mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad». Frente a la violencia y los conflictos, «sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad». Frente a las dificultades, burlas o rechazo por nuestra fe, «aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad».
Todos los Santos que hoy celebramos, en su gran mayoría anónimos, han hecho vida las Bienaventuranzas, mostrándonos que es posible seguir este camino. Y otro aspecto de la celebración de hoy es la comunión de los Santos, la ‘común unión’ entre ellos y nosotros: «Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce». (4) Hoy les pedimos que intercedan por nosotros para poder vivir las Bienaventuranzas.
ACTUAR:
Hoy agradecemos el testimonio de Todos los Santos y les pedimos que, con la esperanza de compartir con ellos la vida eterna, vivamos desde ahora una santidad encarnada según las Bienaventuranzas, como dice el Papa Francisco (11-29): «Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él. Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Esta santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Así, bajo el impulso de la gracia divina, con muchos gestos vamos construyendo esa figura de santidad que Dios quería. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar. No te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño».