Caridad política

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Muchas personas sienten una gran antipatía hacia “los políticos” en general y hacia algunos en particular. A algunas de estas personas, si se toman en serio su fe cristiana, esto les crea un cierto cargo de conciencia, ya que experimentan sentimientos que saben que no deberían tener pero, a la vez, se sienten incapaces de alejar de sí esos sentimientos.
JUZGAR:
Hasta cierto punto es “normal” tener esos sentimientos de rechazo, pero como cristianos no podemos dejarnos llevar por ellos y alimentar el ambiente de crispación que demasiadas veces encontramos en lo que llamamos “la política”. Por eso, la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia nos ayudan a descubrir cuál debe ser nuestra postura como cristianos.
Ante todo, debemos distinguir entre “la política”, que abarca todo lo referente al gobierno de los Estados para un bien común, y “los políticos”, que son los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Por lo tanto, la política es mucho más que lo que hacen los políticos: es algo necesario para la vida social, y como cristianos no podemos rechazar ni desentendernos de “la política”.
También debemos tener presente lo que ya afirmó el Vaticano II en “Gaudium et spes” 75: «La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la vida pública y aceptan las cargas de este oficio». Y aquí entra lo que nos ha dicho san Pablo en la 2ª lectura: “Ruego que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada”. La política bien entendida es una forma de entregarse al servicio de las personas, y eso supone una vocación, y como cualquier vocación, hay que rezar por ella. Un cristiano debe tener presente en su oración a “los políticos”, a todos, sean del signo o tendencia que sean, para que se dediquen a la vida pública por vocación, y no por otros intereses. Como ciudadanos cristianos, tenemos la responsabilidad de orar por “los políticos”, para que vayan haciendo realidad lo que el Papa Francisco planteó en su encíclica “Fratelli tutti” (176-197) y que denominó “caridad política”, y de la que el mismo Papa afirmó que «parece una utopía ingenua, pero no podemos renunciar a este altísimo objetivo».
El Papa indica que «necesitamos una política que piense con visión amplia. Una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.
Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir un proyecto común para la humanidad presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve a los fines electorales, pero es lo que exige una justicia auténtica.
Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad. Esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás de todas las acciones que se realicen a su favor». “Los políticos” necesitan tener «una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad. Esta mirada es el núcleo del verdadero espíritu de la política».
Y, como cristianos, además de la oración también tenemos la responsabilidad de generar un ambiente que favorezca que surjan buenos políticos. Y aquí entra lo que ha dicho Jesús en el Evangelio: “El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado”. Los cristianos, empezando por nuestros ambientes más cercanos y en los temas más domésticos, debemos ser los primeros en dar ejemplo de “caridad” con los otros, de fidelidad y justicia “en lo poco, en lo ajeno”, para educar, fomentar y cultivar el sentido de la responsabilidad, del servicio y de la entrega, de modo que las vocaciones al ejercicio de la política surjan de ese ambiente y con ese estilo de actuar. Porque sin un sujeto formado y conformado por la caridad, “la política” queda en manos de personas cuya acción puede ser irresponsable.
ACTUAR:
Ante la realidad sociopolítica que tenemos, «vivamos y enseñemos nosotros el valor del amor capaz de asumir toda diferencia», y oremos por nuestros políticos, por todos, para que vivan su compromiso como una vocación y vaya creciendo la caridad política, que es «una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos».