Una sucesión de actos de fe

VER:
Pensemos en lo que tenemos previsto hacer la próxima semana: ir a algún lugar, encontrarme con alguien, trabajo, estudios, deporte… Si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta que la mayor parte de esos planes o proyectos constituyen ‘actos de fe’, pero no en un sentido religioso: planeamos hacer las cosas confiando en que saldrán como tenemos pensado aunque, desde una mentalidad puramente materialista, esos planes son ‘irracionales’ porque no tenemos pruebas evidentes y seguras de que vaya a ser así. Pueden pasar muchas cosas que trunquen nuestros planes, pero aun así hacemos ‘actos de fe’ confiando en que se cumplirán.
JUZGAR:
Estos ‘actos de fe’ no religiosos los realizan todas las personas, creyentes y no creyentes, y los hacemos como algo normal, incluso necesario, porque de lo contrario, no podríamos llevar adelante nuestra vida. Pero cuando hablamos de hacer actos de fe en el sentido religioso, es decir, como confianza en Dios, no nos faltan las críticas y burlas de muchos que, también desde una mentalidad puramente materialista, consideran la fe en Dios como algo irracional.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a vivir todas las dimensiones de nuestra vida como una sucesión de actos de fe, de confianza en Dios, que dan sentido a esos otros actos de fe no religiosos que realizamos cotidianamente, para darnos cuenta de que no es ‘irracional’ vivir desde la fe en este Dios que se nos ha ido revelando y nos ha mostrado su rostro en Jesús, su Hijo hecho hombre.
En la 1ª lectura hemos escuchado: “La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo”. Y Jesús nos ha dicho en el Evangelio: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, debemos recordar que Dios es quien nos hace las promesas y nos ofrece razones para confiar en que las cumple. Por eso, podemos afrontar desde la fe nuestra vida cada día, tanto en lo más rutinario como en los grandes acontecimientos y decisiones.
En la 2ª lectura: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. Dios es quien garantiza ‘lo que no vemos’, tanto el futuro inmediato como el gran futuro al que nos llama. Por esta certeza podemos hacer actos de fe en Él cada día, aunque no tengamos ‘pruebas’ seguras de que van a cumplirse nuestros planes: “Por la fe Abrahán… salió sin saber adónde iba… vivió como extranjero. Por la fe también Sara obtuvo vigor para concebir, porque consideró fiel al que se lo prometía...”.
Estos actos de fe en Dios se concretan y manifiestan en nuestra vida cotidiana, pero no hacemos nuestros planes limitándonos a lo inmediato, como nos recordó el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros se orientan al encuentro con el Señor de la gloria». (19) Por eso nos ha pedido Jesús: “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Lo mismo vosotros, estad preparados”. Para vivir nuestra vida como una sucesión de actos de fe, todo lo que proyectamos y realizamos, desde lo más insignificante hasta lo más importante, ha de estar orientado hacia la promesa de Dios: el encuentro con Él en la gloria. Vivir esa esperanza nos hará estar preparados, porque algo en lo que la fe en Dios coincide con una mentalidad puramente materialista es que en cualquier momento nuestros planes pueden truncarse; pero no lo vivimos como un punto y final, sino “porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre” para dar cumplimiento a nuestra esperanza en la promesa de Dios.
ACTUAR:
¿Me doy cuenta de los ‘actos de fe’ no religiosos que hago cada día? ¿Me han dicho alguna vez que la fe en Dios es ‘irracional’? ¿Por qué confío en las promesas de Dios? ¿Lo que hago cada día está orientado hacia el encuentro definitivo con el Señor? ¿Estoy preparado para encontrarme con Él?
Nosotros creemos que Jesús muerto y resucitado es el fundamento de lo que esperamos y la garantía de lo que no vemos. Y, aunque no tenemos pruebas evidentes e indiscutibles de lo que la fe nos dice, si vivimos nuestra vida como una sucesión de actos de fe en Dios, descubriremos razones para creer en su Palabra y estaremos preparados cuando Él venga a nuestro encuentro.