¿Cómo reaccionamos?

VER:
En la página web de un periódico podían leerse dos noticias el mismo día. Uno decía: «“Mallorca, refugio de superyates: Spielberg, Zuckerberg y Bezos navegan en la isla. España vuelve a convertirse este verano en uno de los destinos favoritos para los millonarios y sus embarcaciones de lujo”». Y la otra noticia: «“Baleares, desbordada por la llegada de pateras: 22 embarcaciones y casi 400 inmigrantes en sólo siete días”». ¿Cómo reaccionamos? Quizá, en un primer momento, nos llama la atención porque el lugar geográfico es el mismo, pero la realidad humana es muy diferente. Pero lo más seguro es que al poco rato pasemos a otra cosa.
JUZGAR:
En el Evangelio hemos escuchado la parábola del buen samaritano, que es muy conocida. ¿Cómo reaccionamos al escucharla? Quizá, en un primer momento, pensemos: ‘Ya me la sé’, como el maestro de la ley, que sabía perfectamente lo que está escrito en la ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”. Está claro: hay que ayudar al prójimo, qué malos son el sacerdote y el levita, y qué bueno es el samaritano… Y ‘desconectamos’ y, como hacemos con las noticias, pasamos a otra cosa.
Pero, como leemos en la carta a los Hebreos 4, 12: “La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra… juzga los deseos e intenciones del corazón”. La parábola del buen samaritano es ‘Palabra viva’, es ‘la noticia’ que Dios hoy nos envía, aquí, en este lugar geográfico donde vivimos, en nuestras circunstancias personales, sociales, económicas… para que ‘reaccionemos’ como Él espera de nosotros. Por eso, vamos a profundizar en las reacciones de los personajes.
“Un maestro de la ley” pregunta a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” ¿Me he hecho esa pregunta en el pasado? ¿Me la sigo haciendo en el presente? ¿Reconozco a ‘mi prójimo’ en los otros, cercanos o lejanos, sobre todo en los que diferentes circunstancias han dejado ‘molidos, medio muertos’? ¿O los veo como ajenos a mí, como ‘personajes’ de un libro o serie, pero que no forman parte de mi vida?
“Un sacerdote, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita”. Ante esos que están ‘molidos, medio muertos’, ¿cómo reacciono? ¿Me quedo indiferente o, a lo sumo, con un leve sentimiento de lástima? ¿Hago como si no los viera y paso de largo a otra cosa?
Una primera reacción sería pensar que ‘no puedo hacer nada’ y seguir con mis intereses, ocupaciones, distracciones… Pero no es ésa la reacción que Dios espera de nosotros.
“Un samaritano… se compadeció, y acercándose...”. Ante tantas situaciones de dolor con que nos encontramos, cercanas y lejanas, Dios nos pide ante todo que reaccionemos con compasión. La compasión no es un simple sentimiento de lástima o condolencia: es la reacción que brota de mi corazón porque me siento afectado en lo profundo por la situación del otro y ‘padezco-con’ él. ¿Siento verdadera compasión ante quienes sufren? ¿Me ‘acerco’ a ellos o guardo las distancias?
“Le vendó las heridas, montándolo en su propia cabalgadura lo llevó a una posada, lo cuidó. Sacando dos denarios se los dio al posadero y le dijo: «Cuida de él…»” La reacción de la compasión no se queda en el interior de quien ‘padece-con’, sino que se concreta en acciones efectivas para ayudar al otro en su situación. Unas acciones que puedo llevar a cabo personalmente o a través de otros. ¿Estoy ayudando directamente a alguien, cuidándolo en sus necesidades materiales o espirituales? ¿Apoyo a otras personas o entidades para que ‘cuiden’ en mi lugar a los ‘molidos, medio muertos’ por la vida?
ACTUAR:
El Papa Francisco ya advirtió en “Evangelii gaudium” 54: «se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe».
Han pasado 12 años desde que lo escribió y, lamentablemente, nos sigue costando reaccionar como Dios quiere ante la globalización de la indiferencia, con los de cerca y con los de lejos.
Hoy el Señor nos vuelve a preguntar por nuestro prójimo, sobre todo por los ‘apaleados’, y espera que practiquemos la misericordia con él, y nos dice lo mismo que al maestro de la ley: “Anda y haz tú lo mismo”. ¿Cómo reaccionamos ante esta petición del Señor? Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe a reaccionar con misericordia, porque “este precepto no excede tus fuerzas ni es inalcanzable… el mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas”.