Tanto monta, monta tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo

VER:
Muchos hemos oído desde pequeños la frase ‘Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando’, creyendo que era el lema de los Reyes Católicos, aunque no es así; ‘Tanto monta’ era sólo una abreviatura de la divisa Fernando el Católico. Pero la frase pasó a la cultura popular dándole un significado: que en un grupo humano, da igual quien hable o haga las cosas, porque todos tienen la misma autoridad; o bien que no importa el orden o la forma en que se hagan las cosas, porque el resultado final será el mismo.
JUZGAR:
Hoy, una vez finalizado el tiempo de Pascua, celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. A menudo, cuando pensamos en la Santísima Trinidad, la vemos como una especie de rompecabezas, en el que debemos encajar el Tres en Uno y el Uno en Tres; tampoco nos sirven de mucho los necesarios argumentos teológicos que muestran la razonabilidad de la afirmación del Dios Uno y Trino, porque superan la capacidad de entendimiento del común de la gente.
Pero debemos y necesitamos conocer cada vez mejor a Dios, porque de la idea e imagen que tengamos de Él dependerá el tipo de relación que tendremos con Él.
Por eso, debemos recordar que, durante la Pascua, hemos celebrado el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, pero este misterio es consecuencia del mayor Misterio de nuestra fe, que es el Dios Uno que se nos ha revelado como Trinidad y como una comunidad de amor, porque como leemos en la primera carta de san Juan, “Dios es amor”. (1Jn 4, 8)
Y, para acercarnos al Misterio de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios que hoy hemos escuchado nos invita a reformular la frase que atribuíamos a los Reyes Católicos, pero diciendo: ‘Tanto monta, monta tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo’.
En la 1ª lectura hemos escuchado: “Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me creó al principio de sus tareas… antes de que la tierra existiera… Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo…” Esta Sabiduría de Dios se identifica con el Hijo, que está junto al Padre eternamente, como también recoge san Juan en el prólogo de su Evangelio: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. (Jn 1, 1-2) Ya nos está indicando el Misterio de unidad que forman el Padre y el Hijo.
Y en el Evangelio hemos escuchado que Jesús decía del Espíritu Santo: “no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye… porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará”. Jesús amplía el Misterio de Unidad, incluyendo al Espíritu Santo, que no actúa “por cuenta propia”, de forma independiente, sino en total unión con el Padre y del Hijo.
La celebración del mayor misterio de nuestra fe, la Santísima Trinidad, nos invita a afirmar: ‘Tanto monta, monta tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo’. Como diremos en el Prefacio, son «tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad». Son Tres Personas distintas que comparten el ser Dios, y en ese ‘ser Dios’, las Tres son iguales en su dignidad, no hay Uno más que Otro.
Y, como ‘Tanto monta, monta tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo’, al Misterio que es Dios podemos acercarnos desde cualquiera de las tres Personas: unos, desde la contemplación de la creación, pueden intuir al Dios Padre creador, como decimos en el Credo; otros, por las palabras y obras de Jesús, pueden descubrir lo que dijo a Felipe: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. (Jn 14, 9); y otros, desde el amor sincero, pueden experimentar lo que decía la 2ª lectura: que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Porque, como escribió san Agustín: «Ves la Trinidad si ves el amor». (De Trinitate, VIII, 8, 12)
ACTUAR:
‘Tanto monta, monta tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo’. El Misterio de la Santísima Trinidad se nos ha revelado para enriquecer nuestra vida de fe: para que nos sepamos hijos de nuestro Padre, para vivir como hermanos del Hijo, para estar unidos en el amor por el Espíritu Santo. Que la Santísima Trinidad nos ayude a descubrir “la esperanza que no defrauda”, como estamos celebrando en este año jubilar, y vivir como “Peregrinos de esperanza” hasta que lleguemos a “la verdad plena”, el Dios Uno y Trino que nos llama a participar en su comunidad de vida y amor.