Saber marcharse a tiempo

VER:
Un creador de contenidos en una plataforma de vídeos, con miles de seguidores, anunció recientemente que dejaba esta actividad. Explicó que ya había dicho todo lo que tenía que decir sobre el tema por el cual abrió su canal, y no quería quedarse estancado en una continua repetición. Aunque nos cueste, es necesario saber marcharse a tiempo de cualquier actividad o relación. Saber marcharse no es ‘dar un portazo’ y desaparecer, requiere una profunda reflexión. Es un acto de valentía, y también de amor, para evitar perjuicios tanto para los demás como para uno mismo. Y también puede ser ocasión de crecimiento y maduración personal, para uno mismo y para los otros.
JUZGAR:
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Como hemos escuchado en la 1ª lectura, Jesús se presentó a los discípulos “después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios”. Y en el Evangelio, Jesús recuerda a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión… Vosotros sois testigos de esto”.
Pero también hemos escuchado que “después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo… una vez que comían juntos, a la vista de ellos, fue elevado al cielo” (1ª lectura). “Mientras los bendecía, se separó de ellos”. (Evangelio)
Jesús, con su Ascensión nos da un ejemplo de lo que es saber marcharse a tiempo. Quizá pensemos que hubiera sido mejor que, tras resucitar, hubiera mantenido su presencia indefinidamente entre nosotros, apareciéndose aquí y allá… quizá pensemos que así habría tenido miles de seguidores. Pero Jesús sabe marcharse a tiempo porque ya ha dicho y hecho todo lo que tenía que hacer y decir, tanto antes como después de su resurrección, y no necesitamos nada más para seguirle.
Jesús es consciente de que alargar ahora su presencia sería incluso perjudicial, porque nos quedaríamos “plantados mirando al cielo”, no veríamos la necesidad de ser sus testigos, porque esperaríamos que Él lo hiciese todo, nos quedaríamos estancados, pasivos.
Jesús se marcha pero no ‘dando un portazo’. Como diremos en el Prefacio: «No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino». La Ascensión es un marcharse a tiempo porque supone un acto de valentía y de amor de Jesús hacia nosotros, porque significa que se fía de nosotros para que continuemos la misión que Él comenzó de anunciar el Evangelio, y eso supondrá para todos una oportunidad de crecimiento y maduración humana y espiritual.
Y, como «no se ha ido para desentenderse», nos dice también: “yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre” (Evangelio). “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y ‘hasta el confín de la tierra’”. (1ª lectura)
Jesús se marcha a tiempo para que podamos recibir su Espíritu Santo, como celebraremos el próximo domingo, y así comience el tiempo de la Iglesia, para que nos revistamos “de la fuerza que viene de lo alto” y se proclame “la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos”. La Ascensión de Jesús no es un punto final, sino el comienzo de una nueva etapa para todos nosotros, como testigos suyos, como “Peregrinos de Esperanza”, porque proclamamos que «más allá del umbral de la muerte está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad». (Bula Jubileo, n. 21)
ACTUAR:
¿Sé ‘marcharme a tiempo’? ¿He sufrido las consecuencias de que otras personas no lo hayan sabido hacer? ¿Desearía que Jesús hubiese continuado indefinidamente su presencia resucitada? ¿Entiendo la Ascensión del Señor como una demostración de confianza hacia nosotros?
En esta solemnidad de la Ascensión, demos gracias al Señor por saber marcharse a tiempo, como una prueba más de su amor. No nos quedemos “plantados mirando al cielo”, respondamos a su confianza siendo “testigos de esto” allí donde nos encontremos, «dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean» (Bula n. 25) y, como decía la 2ª lectura, “mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa”.