“Timete Deum…”

VER:
Aunque, como Iglesia, seguimos celebrando el Jubileo “Peregrinos de Esperanza”, sabemos, como hemos dicho a menudo, que no resulta fácil hablar hoy de esperanza por la acumulación de sufrimientos y problemas, tanto en lo personal como en lo social, político, económico… ya sea a nivel nacional o a nivel mundial. Es normal que muchos se sientan tentados de abandonar y de sucumbir al pesimismo. Como dice el Papa Francisco: «Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad». Por eso, ya no se hacen grandes proyectos de vida, porque se tiene la certeza de que no se podrán realizar.
JUZGAR:
Hoy estamos celebrando a sant Vicent Ferrer, que, como se nos recordó en los materiales publicados con motivo del sexto centenario de su muerte, vivió una época difícil y convulsa, en lo social, en lo político y en lo eclesial. Pero, precisamente en esa realidad sant Vicent predicó la conversión de las personas al Evangelio y la reforma de las instituciones, una predicación que miraba tanto al interior de la Iglesia, como a la vida política o a las costumbres de la sociedad.
La conversión supone ‘volverse más hacia Dios’ para vivir de otra manera. La conversión parte de saberse querido por un Dios compasivo y misericordioso, a pesar de los pecados y la fragilidad; supone descubrir que todo un Dios se interesa y apuesta por mí.
Y esto cambia la perspectiva de la propia vida. Ya no me limito a ‘pequeñas metas’, ya no veo el futuro con escepticismo y pesimismo, sino con esperanza, como estamos celebrando este Jubileo.
La iconografía de sant Vicent Ferrer lo representa generalmente con el brazo derecho levantado y el dedo índice señalando al cielo, en un gesto que debió ser muy característico suyo durante sus sermones. De ese modo, la imagen de san Vicente nos recuerda visualmente el contenido esencial de su predicación: elevar la mirada para mirar al cielo. Con su dedo dirigido al cielo, san Vicente Ferrer nos invita a no cerrarnos en nosotros mismos sino abrirnos a Dios, y de ese modo dar esperanza y sentido a nuestra vida, como nos dice el Papa en la Bula del Jubileo: «Estamos llamados a redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. Es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. Los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza».
Y para abrirnos a Dios con esperanza, la iconografía nos ofrece el lema que también acompaña su imagen: “Timete Deum et date illi honorem” (Temed a Dios y dadle gloria), citando el pasaje de Apocalipsis 14, 7. Este lema resume la predicación y la vida de sant Vicent Ferrer, pero hemos de entenderlo bien, porque el temor que el santo predica no es el miedo o el terror paralizante, sino la conversión, la vuelta a Dios que proviene del respeto, de tener en cuenta y valorar a Dios.
Con el gesto de su dedo y su lema, sant Vicent nos recuerda que «la esperanza es la que señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana». Sant Vicent Ferrer quería que sus oyentes, los de entonces y los de ahora, tuviésemos en cuenta a Dios y nos convirtiéramos, que vivamos de acuerdo con el Evangelio; que no releguemos a Dios a un segundo plano, o nos olvidemos de Él en nuestro día a día, sino que lo pongamos como valor fundamental y normativo de nuestras vidas.
ACTUAR:
En nuestra realidad difícil, insegura, y a menudo temible, sant Vicent Ferrer nos recuerda que sólo Dios no pasa, que sólo Dios salva, y por eso Él es la Roca firme sobre la que edificar nuestra vida. El ‘temor’, el respeto al que san Vicente nos llama, debe ser expresión de nuestra respuesta al amor que Dios derrama sobre nosotros y que hemos celebrado durante la Semana Santa.
En este año jubilar, el dedo de sant Vicent y su lema nos recuerdan que, «en virtud de la esperanza, mirando al tiempo que pasa, nosotros tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria».
Respondamos a la predicación de sant Vicent ‘temiendo a Dios’ manteniendo vivo nuestro deseo de conversión para que, en medio de los avatares de nuestra vida y nuestro mundo, levantemos nuestra mirada al cielo y «vivamos en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él».