Alimentar la esperanza

VER:
Sabemos que, para desarrollar nuestra vida cotidiana, necesitamos alimentar bien nuestro cuerpo, mediante una dieta equilibrada. Siguiendo el material que la Diócesis de Valencia ha publicado sobre la Bula de convocatoria del Jubileo, el Domingo de Ramos dijimos que Jesús es la Gran Esperanza que no defrauda, porque la esperanza cristiana está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino, manifestado en Jesús, y ese amor nos da la posibilidad de perseverar día a día sin perder el impulso de la esperanza. Por eso, igual que hacemos con nuestro cuerpo, también debemos alimentar adecuadamente la esperanza cristiana para no perder su impulso.
JUZGAR:
Hoy, Jueves Santo la Palabra de Dios nos indica cómo alimentar ese amor que fundamenta y fortalece la esperanza, mediante una dieta equilibrada, con dos ‘ingredientes’: Dios y el prójimo.
El ‘ingrediente’ básico para alimentar la esperanza cristiana es la Eucaristía, cuya institución por Cristo celebramos hoy. Como hemos escuchado en la 2ª lectura: “El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo… Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto en memoria mía»”. Como escribió Benedicto XVI en “Sacramentum caritatis”, «la Eucaristía es el Sacramento del Amor, es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios» (1). Como hemos escuchado en el Evangelio, “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. «Y con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos ‘hasta el extremo’, hasta el don de su Cuerpo y de su Sangre» (1). Los alimentos materiales que son el pan y el vino son ‘el Cuerpo y la Sangre de Cristo’. La Eucaristía es el Sacramento del Amor y por eso fortalece la esperanza cristiana, porque “cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”.
Y el otro ‘ingrediente’ para alimentar la esperanza cristiana, el prójimo, es inseparable de la Eucaristía, porque «en la última Cena Jesús confía a sus discípulos el Sacramento que actualiza el sacrificio que Él ha hecho de sí mismo en obediencia al Padre para la salvación de todos nosotros. No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. Así pues, el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana» (84).
En el Evangelio hemos escuchado que Jesús “se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos… Y cuando acabó de lavarles los pies, les dijo: Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Por eso hoy, Jueves Santo, junto con la institución de la Eucaristía celebramos del Día del Amor Fraterno. Porque ‘lavarnos los pies unos a otros’, como nos enseñó Jesús, alimenta y fortalece la esperanza cristiana.
Un camino para ‘lavarnos los pies unos a otros’ lo indica el Papa Francisco en la Bula: practicar las obras de misericordia, como ya dijo en el anterior Jubileo de la misericordia: «si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero. Si ayudamos a superar la duda y el miedo; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros. Si encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y hermanas» (Misericordiae vultus, 15). Desde la Eucaristía descubriremos cada día múltiples ocasiones para ‘lavarnos los pies unos a otros’, y así alimentar la esperanza cristiana.
ACTUAR:
¿Alimento mi vida cristiana con una ‘dieta equilibrada’? ¿Doy preferencia al ‘ingrediente Dios’ y caigo en el espiritualismo? ¿Doy preferencia al ‘ingrediente prójimo’ y caigo en el activismo? ¿La participación en la Eucaristía me mueve a ‘lavar los pies’ a otros, siguiendo el ejemplo de Jesús?
La esperanza cristiana se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida. La vida cristiana es un camino que necesita momentos fuertes, como la Eucaristía y ‘lavar los pies a otros’, para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro definitivo con el Señor Jesús.