Indulgencia

VER:
Debido a la celebración del Jubileo “Peregrinos de esperanza”, muchas personas han preguntado cómo ‘ganar la indulgencia’. Éste es un término que, durante siglos y hasta hace poco tiempo, ha sido mal explicado y comprendido. En general se entiende como una especie de ‘perdón fácil’, una ‘transacción comercial’ mediante la cual una persona hace unas prácticas religiosas o entrega una cantidad de dinero a cambio de ‘librarse’ de las penas derivadas de los pecados cometidos.
JUZGAR:
Pero este año jubilar nos enseña qué es realmente la indulgencia. En primer lugar, no es ‘algo que se gana’, sino que es un don de Dios, como nos dice el Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo: «La indulgencia permite descubrir cuán ilimitada es la misericordia de Dios. No sin razón en la antigüedad el término “misericordia” era intercambiable con el de “indulgencia”, precisamente porque pretende expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites». Y hoy en el Evangelio hemos escuchado la mejor expresión de esa misericordia y perdón de Dios sin límites: la parábola del padre misericordioso, en la que sus personajes, por medio de lo que hacen y dicen, nos enseñan qué es verdaderamente la indulgencia.
El hijo menor, tras el desprecio hecho a su padre (“dame la parte que me toca de la fortuna”) y el estilo de vida que ha llevado (“derrochó su fortuna viviendo perdidamente”), acaba reconociendo su pecado, aunque sea de un modo interesado (“cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre”), pero eso es suficiente para ponerse en camino “adonde estaba su padre”. La indulgencia requiere, por tanto, que nos reconozcamos realmente pecadores.
Seguidamente, confiesa su pecado: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti…” La indulgencia conlleva la confesión sacramental: «La Reconciliación sacramental representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno» (Bula). Esto a muchos les supone un obstáculo pero, como escribió el Arzobispo de Valencia en su Carta Pastoral con motivo del Jubileo: «A quienes han abandonado la práctica de este sacramento les quiero invitar a volver a él, para redescubrir el gozo de la salvación; a quienes lo viven de una forma rutinaria les animo a profundizar en su significado, a acoger la gracia de Dios que nos ayuda a intensificar la amistad con Él y a avanzar en el camino de la santidad. Soy consciente de que la mediación eclesial en la recepción del perdón es para muchos una dificultad, cuando en realidad debería ser una ayuda para una auténtica reconciliación: la humildad para reconocer y confesar nuestras faltas ante un ministro de la Iglesia nos ayuda a vivir este encuentro con Dios no con miedo».
Porque en el sacramento de la Reconciliación, por medio del ministro ordenado, vivimos lo que hizo el padre de la parábola: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas… se le echó al cuello y lo cubrió de besos…” «En la Reconciliación sacramental permitimos que el Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo» (Bula).
Pero, «como sabemos por experiencia personal, el pecado “deja huella”, lleva consigo unas consecuencias; no sólo exteriores, en cuanto consecuencias del mal cometido, sino también interiores. En nuestra humanidad débil y atraída por el mal, permanecen los “efectos residuales del pecado”. Éstos son removidos por la indulgencia». Tras la confesión de nuestros pecados, Dios también dice: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies…” Esto es la indulgencia: Dios nos devuelve a nuestra dignidad inicial, nos restituye como verdaderos hijos suyos, como si nunca nos hubiéramos alejado de Él. La indulgencia es el regalo, el don que Dios pone a nuestro alcance especialmente en este año jubilar, invitándonos a recorrer de forma consciente el proceso del hijo menor de la parábola, porque «un camino de conversión vivido en profundidad no puede limitarse a la celebración del sacramento de la Reconciliación; debe ser un camino de purificación que todos debemos recorrer». (Carta pastoral)
ACTUAR:
¿Qué idea tengo sobre la indulgencia? ¿Me he propuesto ‘ganarla’ en este año Jubilar? ¿Las prácticas externas (oración, confesión sacramental, peregrinación, comunión de bienes…) me ayudan vivir la indulgencia como un don de Dios y una experiencia de su amor misericordioso?
Decía la 2ª lectura: “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”. «Las prácticas para vivir la indulgencia del año jubilar expresan la aspiración de que, no sólo nuestras obras, sino también nuestros deseos y nuestras intenciones broten de un corazón que quiere estar en la presencia del Señor en justicia y santidad. La indulgencia jubilar, expresión de la sobreabundancia del perdón y de la misericordia de Dios, es también el signo de que la gracia de Dios, además de perdonarnos, tiene poder para transformarnos interiormente» (Carta), como ocurrió con el hijo menor.
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