La Cuaresma es diferente

VER:
Hoy en día, decir que ‘estamos en Cuaresma’, significa muy poco o nada para la mayoría de la gente; como mucho, ‘algo de Iglesia’. Para otros, la Cuaresma les trae recuerdos lejanos, de algo ‘oscuro’, un tiempo de penitencias y sacrificios. Otros identifican la Cuaresma con procesiones, Via Crucis y no comer carne los viernes… Pero para nosotros, partiendo de la misma base de los demás, la Cuaresma debe ser algo totalmente diferente.
JUZGAR:
La Cuaresma, efectivamente, es ‘algo de Iglesia’, por lo tanto, algo ‘nuestro’, porque nosotros somos y formamos la Iglesia. Es el tiempo de gracia que la propia Iglesia nos ofrece para prepararos a la celebración y actualización del núcleo de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Por lo tanto, la Cuaresma está llena de significado.
La Cuaresma no es un tiempo ‘oscuro’, al contrario, como decía la 2ª lectura: “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Por lo tanto, aunque el color litúrgico sea el morado, la Cuaresma es algo luminoso, es una oportunidad única para responder a la llamada del Señor que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Ahora, convertíos a mí de todo corazón…” En las dos lecturas se repite el mismo adverbio de tiempo: “Ahora”. No hay que esperar, ya podemos aprovechar la Cuaresma.
Y claro que hay penitencias y sacrificios, pero eso no lo debemos identificar con algo negativo, sino como medios para alcanzar un bien mayor. La ‘penitencia’ que nos supone comer más sano, dejar el tabaco, hacer más ejercicio… la aceptamos porque alcanzaremos una vida más saludable. ¿Por qué no aceptamos las ‘penitencias cuaresmales’ como un medio para volvernos más hacia Dios?
Y el ‘sacrificio’ que nos supone cuidar a familiares, o ayudar a un amigo… lo aceptamos y con gusto por esas personas, porque las amamos. ¿Por qué no aceptamos los ‘sacrificios cuaresmales’ en el sentido latino de la palabra, ‘sacrum facere’, ‘hacer sagrado’, es decir, aceptar los ‘sacrificios cuaresmales’ como un medio de responder con amor al amor que Dios derrama sobre nosotros?
Y la Cuaresma es muchísimo más que procesiones, Via Crucis y no comer carne los viernes. Como decía la 1ª lectura: “Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos”. Por sí solos, esos signos externos no nos hacen vivir la Cuaresma, porque no ‘rasgan’ nuestro corazón, sino que apenas lo rozan.
Por eso nos ha advertido Jesús en el Evangelio: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos”. La Cuaresma es algo muy profundo, algo que sólo si se vive interiormente podremos reflejarlo exteriormente. Y, para vivirlo interiormente, el Señor nos ha dado los tres ‘pilares’ que sostienen todos los actos y signos externos que podamos realizar:
La limosna, no tanto monetaria como personal: ‘dar-me’, ofrecerme, estar atento y disponible a las necesidades de otros, de la comunidad parroquial, de la Iglesia, y sin esperar a que me llamen.
La oración, no tanto ‘rezos’ sino diálogo con Dios. No hace falta que sea un tiempo prolongado, pero sí un tiempo ‘para Él’, tranquilo, sin prisas, sin interrupciones, de mi corazón a Su corazón.
El ayuno, no tanto de alimentos sino de lo que suele llenar mi vida, de lo que me deja ‘sin apetito’ para Dios y las cosas de Dios, de lo que ‘engorda’ a mí ego y me hace olvidar al prójimo…
Y es cierto que, vividas interiormente, en profundidad, la limosna, la oración y el ayuno conllevan ‘penitencias y sacrificios’, pero de nosotros depende darles el sentido de ‘conversión’, de medios que nos ayudan a volvernos más hacia Dios. “Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
ACTUAR:
El domingo pasado recibíamos una llamada a la coherencia entre palabras y obras: “Cada árbol se conoce por su fruto… de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Y decíamos que, por mucho que utilicemos palabras y gestos de fe, si no brotan de una verdadera experiencia personal de encuentro con el Señor, acabaremos delatándonos en nuestra hipocresía.
La Cuaresma es muy diferente a lo que la gran mayoría cree. Es un tiempo de gracia para volvernos más hacia Dios, para encontrarnos personalmente con Él. Vivamos la Cuaresma como “Peregrinos de esperanza”, con la mirada puesta en el Señor, para que ya desde “ahora” vayan surgiendo los frutos buenos que el Señor espera, y que nosotros y nuestro mundo tanto necesitamos.