La Puerta está abierta

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En lugares de acceso público (tiendas, exposiciones, museos, parroquias…), cuando llega el momento abrimos las puertas para que la gente pueda entrar a medida que va llegando, sin necesidad de llamar. Una puerta abierta es una invitación a entrar libremente en un espacio
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Hoy estamos celebrando la Epifanía del Señor, una fiesta que para la gran mayoría, incluso quienes se declaran católicos, pasa muy desapercibida porque se limitan al aspecto popular de las cabalgatas de Reyes y de los regalos. Y muchos ya están pensando en que termina la Navidad.
Sin embargo, la Epifanía (palabra que significa ‘manifestación’) es una fiesta complementaria de la Navidad; de hecho, en las Iglesias orientales hoy se celebra la Navidad. Ambas fiestas celebran el Misterio del “Dios-con-nosotros”: la Navidad destaca su nacimiento pobre y humilde y sólo conocido por unas pocas personas; y la Epifanía tiene el sentido de la manifestación del Hijo de Dios hecho hombre a todos los pueblos, representados en los Magos de Oriente. Dios se hace cercano, accesible, a toda persona de cualquier raza, nación y cultura que quiera acogerlo.
Y esa accesibilidad del Dios hecho hombre aparece reflejada en un detalle del Evangelio que hemos escuchado: los Magos, después de entrevistarse con Herodes, “se pusieron en camino y la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el Niño… Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”.
La casa donde se encontraba el “Dios-con-nosotros” tenía la puerta abierta, los Magos no necesitaron llamar para que les abriera, pudieron entrar libremente y encontrarse con el Niño Dios.
Y en este Año Jubilar estamos celebrando, desde la Nochebuena, que de un modo especial la Iglesia, la Casa de Dios, tiene la Puerta abierta, la Puerta Santa que el Papa Francisco abrió solemnemente. Este gesto tiene un profundo significado: encontrar la Puerta abierta y atravesarla expresa el deseo de encontrarse con Jesús y la decisión de seguirle. El Papa lo dijo con claridad en la bendición ‘Urbi et orbi’ del día 25: «La Puerta está abierta de par en par. No es necesario tocar a la puerta. Vengan, dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos. La misericordia de Dios lo puede todo, disipa el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la paz. Con frecuencia nos detenemos en el umbral; no tenemos el valor para atravesarlo, porque nos interpela. Entrar por la Puerta requiere el sacrificio de dar un paso adelante, de dejar atrás contiendas y divisiones, para abandonarnos en los brazos abiertos del Niño que es el Príncipe de la paz. En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta».
La Epifanía nos llama a sentirnos como los Magos. Al llegar a la Casa de Dios, hemos encontrado la Puerta abierta y al Niño. Por eso, hoy nuestro primer sentimiento ha de ser la adoración, porque «Jesús, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, es la Puerta abierta de par en par; es la Puerta abierta de par en par que estamos invitados a pasar para redescubrir el sentido de nuestra existencia y la sacralidad de cada vida —cada vida es sagrada—, y para recuperar los valores fundamentales de la familia humana. Él nos espera en ese umbral. Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles».
ACTUAR:
Pero la celebración de la Epifanía no es ‘el día de los Reyes Magos’, ni mucho menos pone punto final a lo que celebramos en Navidad, al contrario, es el punto de partida. Tras encontrarse con el Niño, los Magos “se retiraron a su tierra por otro camino”. Nosotros también hemos de volver a ‘nuestra tierra’, a nuestras ocupaciones, pero “por otro camino”, como “Peregrinos de esperanza”.
Como dijo el Papa Francisco en su homilía de Nochebuena: «si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda. Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. La puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Hay esperanza para cada uno de nosotros».
Más allá de los regalos que hayamos podido recibir hoy, la Epifanía nos ha dejado el gran regalo de la esperanza, encarnada en este Niño. Los Magos nos muestran que, «para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino. Ésta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, y sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo». La Puerta está abierta, «la “puerta santa” del corazón de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para mí, para nosotros, para todo hombre y mujer».