No estamos para alegrías

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Aunque nuestra parroquia no se encuentra en la zona afectada por las inundaciones acaecidas en la provincia de Valencia y otros lugares de España a finales de octubre, tenemos muy presente el escenario de dolor y destrucción que sufren tantas personas y cuya recuperación, en lo material y sobre todo en lo personal, llevará mucho tiempo y esfuerzo, sabiendo que las pérdidas humanas son irreparables. Hablando de ello, alguien dijo: “Además, qué panorama, de cara a la Navidad…” Y el comentario fue unánime: “Este año no estamos para alegrías”.
JUZGAR:
Este tercer domingo de Adviento es conocido como “Domingo de Gaudete”. Este nombre proviene de la palabra latina “gaudete”, que significa “alegraos”, y que aparece en la antífona de entrada de la Misa de hoy. Esta antífona está tomada del comienzo de la 2ª lectura de hoy: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”.
También en la 1ª lectura hemos escuchado: “Alégrate, hija de Sión, grita de gozo, regocíjate y disfruta…” Estas llamadas a la alegría que hoy nos hace la liturgia están motivadas porque ya ha transcurrido la mitad del Adviento y está cada vez más cerca la Navidad. Sin embargo, la realidad del sufrimiento y de tantos males que aquejan a nuestro mundo nos hacen sentir que “no estamos para alegrías”.
Pero no olvidemos que el Adviento es el tiempo que se nos ofrece para prepararnos a celebrar la Navidad, y precisamente la dureza de la realidad es la ocasión para despojar a la Navidad de toda esa “falsa alegría” hecha de adornos, regalos, festejos… bajo los cuales la hemos ocultado.
Porque, como decíamos el domingo pasado, la Navidad es un Encuentro con Dios por medio de su Hijo hecho hombre. Un Encuentro que tiene tres dimensiones: una hace referencia al pasado, al nacimiento de Jesucristo; pero las otras dos hacen referencia al presente, como actualización hoy de esa primera venida, y al futuro como espera de su venida definitiva en gloria. Y sobre estas dos dimensiones, presente y futuro, se apoya la llamada a la alegría que hoy hemos escuchado en la Palabra de Dios: “El Señor tu Dios está en medio de ti” (1ª lectura)… “El Señor está cerca” (2ª lectura).
La alegría cristiana no es diversión ni optimismo ingenuo; es algo muy serio, enraizado en lo profundo del corazón. Es la certeza de que la venida del Hijo de Dios hecho hombre es una Buena Noticia para todos, pero especialmente para quienes más sufren el misterio del dolor, porque Él ha querido parecerse en todo a nosotros, menos en el pecado, y por eso pasó por la muerte de Cruz.
La alegría cristiana es realista, no niega la experiencia del dolor y del sufrimiento, a veces muy crueles. La alegría cristiana lo que hace es afirmar y proponer, con delicadeza y respeto, que “el Señor tu Dios está en medio de ti, el Señor está cerca”, porque Jesús ha pasado por la prueba del dolor y por eso puede acompañar y auxiliar a quienes ahora pasan por ella (cfr. Hb 2, 18). Por Cristo, por su muerte en la Cruz y por su resurrección, se nos abre un horizonte más allá del dolor y la muerte, mostrándonos un camino de esperanza hacia el encuentro definitivo con Él. Desde esta fe y confianza es desde donde hoy podemos seguir afirmando: “Alegraos”.
ACTUAR:
Pero aun así, seguramente experimentaremos la tensión entre lo que creemos por la fe y la realidad que conocemos, y seguimos sintiendo que “no estamos para alegrías”, y tampoco sabemos cómo podemos proponer a otros la alegría cristiana. Nosotros, como los personajes del Evangelio, también preguntamos: “Entonces, ¿qué debemos hacer?”.
Un primer paso es seguir aprovechando el Adviento para preparar y vivir la verdadera Navidad. Como dice el Papa Francisco en “Evangelii gaudium” 3: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar».
Y esta alegría por el encuentro personal con el Señor, como «la alegría del Evangelio es una alegría misionera» (21), la proponemos a otros con delicadeza y respeto, recordando lo que dijo Benedicto XVI en “Dios es amor” 31.c: «El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor». Un amor hecho de oración, servicio y ayuda material, porque «el cristiano sabe que Dios es amor y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar».
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