La ubicación del Reino de Dios

VER:
Hace unos días contacté con unos profesionales para realizar unas reparaciones en la parroquia. Tras concretar el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación, que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino.
JUZGAR:
El viernes pasado, con la celebración de Todos los Santos, recordábamos que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Y que Jesús nos propone un programa de vida, expresado en las Bienaventuranzas, que nos hace caminar con esperanza.
Pero el camino hacia el Reino no es una línea recta ni está claramente definido de antemano: tiene altibajos, etapas de claridad y etapas de oscuridad, requiere tomar decisiones y hacer opciones, a veces nos desviamos y a veces también nos sentimos perdidos…
Para que sepamos por dónde ir, hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente, este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios.
Jesús le responde que, efectivamente, “el primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero, para darle la ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos, añade un segundo mandamiento tomado de Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”.
Jesús no cambia la ley, sino que la amplía desde su esencia fundamental. El amor a Dios y el amor al prójimo están en un mismo nivel de importancia. El camino hacia el encuentro con Dios no consiste en el mero cumplimiento de los mandamientos, sino en una vida caracterizada por el amor a Dios, un amor que se vive y se concreta en el amor al prójimo.
Hoy Jesús nos recuerda cuál es la ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por buen camino, y si estamos cerca o lejos del Reino, evaluando nuestro amor tanto a Dios como al prójimo, sin separarlos. A veces nos centramos mucho en las devociones en la piedad, en el culto a Dios, en una fe intimista, en una ‘espiritualidad desencarnada’; y lo del compromiso cristiano lo dejamos en un lugar secundario. Y viceversa: a veces, en nombre de Dios, caemos en el activismo, en múltiples compromisos, y descuidamos nuestra relación con Dios, no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación, de la participación en la Eucaristía.
La ubicación del Reino de Dios que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a un mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre amando a Dios sobre todas las cosas; pero ese amor no queda encerrado en nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo, amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que nosotros hemos conocido y disfrutamos.
ACTUAR:
Teniendo en cuenta la ubicación que hoy Jesús nos ofrece, ¿estoy cerca o lejos del Reino de Dios? ¿Mi vida como cristiano se rige principalmente por mandamientos, o ante todo por amor? ¿Qué criterio utilizo para discernir si una persona es buena cristiana, o si una comunidad parroquial ‘tiene vida’? ¿Que cumple los preceptos, que tiene muchas actividades? ¿Qué compromisos hemos de asumir para hacer visible el amor a Dios y el amor al prójimo como una unidad inseparable, tanto en uno mismo como en la comunidad parroquial, asociación o movimiento?
Terminaba el Evangelio con esta frase: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. No nos despistemos ni nos dejemos despistar; tenemos la ubicación precisa para llegar al encuentro con Dios en su Reino, no hace falta buscar ni preguntar más. Sólo tenemos que ponernos en marcha.