Recobrar la vista

VER:
El sentido de la vista es el más desarrollado de los cinco sentidos, y el que más valoramos. Gracias a la vista podemos percibir el mundo: personas, cosas, colores, movimientos, distancias… También nos permite disfrutar de eso que vemos: los seres queridos, la naturaleza, las obras de arte… Pero el sentido de la vista necesita un estímulo para actuar: la luz. Sin luz, podemos tener unos ojos muy bonitos, perfectamente sanos y totalmente abiertos, pero no veremos nada.
JUZGAR:
Hoy en el Evangelio hemos escuchado la curación del ciego Bartimeo. Son muchos los detalles que encontramos en este hecho, pero hay uno que llama la atención. Cuando Jesús pregunta a Bartimeo: “¿Qué quieres que te haga?”, él responde: “Que recobre la vista”. ‘Recobrar’ es volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía; por lo tanto, con su petición, Bartimeo manifiesta que no ha sido siempre ciego: hubo un tiempo en el que veía, y quiere recobrar la vista.
La interpretación espiritual de este pasaje nos recuerda que todos, en algún momento de nuestra vida, podemos identificarnos con Bartimeo: sentimos que hemos ‘perdido la vista’. La fe que hasta ese momento nos ha guiado puede dejar de iluminarnos y ‘no vemos’ un camino claro ni para nosotros, ni para nuestra vida, ni para los demás. Nos encontramos en una oscuridad total.
Bartimeo podía oír, hablar, moverse… pero se sentía triste, desamparado. Cuando ‘perdemos la vista’ de la fe, aparentemente, nos movemos, hablamos, oímos… pero en realidad ‘no vemos’ y nos sentimos “al borde del camino”: nuestra vida carece de horizonte, no comprendemos muchas de las cosas que ocurren, sentimos miedo e inseguridad, quizá incluso la oscuridad en que vivimos nos hace gritar de desesperación: “Jesús, ten compasión de mí”, pero no percibimos respuesta alguna.
Como Bartimeo, quizá también nos sentimos incomprendidos e incluso rechazados por los que nos rodean; resulta difícil explicarles que hemos perdido la vista de la fe, incluso pueden sentirse molestos si lo decimos. Y nos parece que sólo podemos esperar “limosna”, pequeños momentos de alivio, porque nos sentimos incapaces de llevar adelante nuestra vida por nosotros mismos.
Pero Bartimeo no se rindió y, aunque “muchos lo increpaban para que se callara, él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí”. Si nos identificamos con Bartimeo por su pérdida de la vista, también debemos parecernos a él en su actitud para recobrarla. Y esto sólo lo puede hacer Jesús.
Como hemos dicho, el sentido de la vista necesita la luz para activarse. Para ‘activar la vista’ de nuestra fe, hemos de recordar lo que Él había dicho: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8, 12)
El Evangelio de hoy es una llamada a acercarnos a Jesús. Él no pasa de largo ante nuestra pérdida de la vista de la fe, no nos deja sentados “al borde del camino”. Como hizo con Bartimeo, se detiene y nos pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”. Él no se impone, nosotros somos los que hemos de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, y hacerle nuestra petición: “Que recobre la vista”.
Quizá, para recobrar la vista de la fe necesitamos escuchar de nuevo el ‘primer anuncio’ que nos iluminó en el pasado: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» (Evangelii gaudium, 164). Quizá hemos ‘perdido la vista’ de la fe porque necesitamos interiorizarlo de nuevo, «ya que cuando a este primer anuncio se le llama ‘primero’, eso no significa que está al comienzo y después se olvida… Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ése que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras». (Íd.) Y, «si Él vive, entonces sí podrá estar presente en tu vida, en cada momento, para llenarlo de luz. Porque Él no sólo vino, sino que viene y seguirá viniendo cada día para invitarte a caminar hacia un horizonte siempre nuevo». (Christus vivit 125)
ACTUAR:
Si sentimos que hemos ‘perdido la vista’ de la fe y queremos recobrarla, es el momento de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, aprovechando las oportunidades que nos ofrece la comunidad parroquial para ‘cuidar la vista’ mediante la formación y la celebración de nuestra fe. Bartimeo “recobró la vista y lo seguía por el camino”. Que también en esto nos identifiquemos con él, y que por el camino de nuestra vida, sigamos a Jesús haciendo nuestros sus pensamientos, criterios y actitudes para ‘ver’ la vida, en todas sus dimensiones, con la Luz que es Cristo Resucitado.
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