Un golpe de realidad

VER:
El pasado mes de junio, fue noticia el rescate de un cayuco por parte de la tripulación de un crucero de lujo que realizaba la vuelta al mundo. El cayuco llevaba unos 20 días en el mar, y necesitaba ayuda urgente: en él había 68 supervivientes y 5 fallecidos. Podemos imaginarnos el enorme contraste, en todos los sentidos, entre lo que es un crucero de lujo, y un cayuco. Unos pasajeros del crucero de lujo dijeron que esto había sido ‘un golpe de realidad. Vives en una burbuja de fantasía y, de repente, te topas con esta triste realidad’.
JUZGAR:
Probablemente los viajeros del crucero ‘sabían’ que existían los cayucos, las personas que, en muchos lugares del mundo, arriesgan su vida simplemente para sobrevivir… pero necesitaban ‘un golpe de realidad’ para sentirse personalmente cuestionados, al verse ellos mismos, rodeados de lujo, frente a otras personas como ellos, pero rodeados de miseria y muerte.
Hemos escuchado en la 2ª lectura las palabras del apóstol Santiago: “Atención, los ricos… vuestra riqueza está podrida, vuestro oro y vuestra plata están oxidados… Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida…”. Pero no caigamos en el error de pensar que esto no va con nosotros, porque no somos personas adineradas: estas palabras también van dirigidas a nosotros. La mayoría de personas del llamado ‘primer mundo’ vivimos en una ‘burbuja de fantasía’, somos ‘ricos’ y ‘vivimos con lujo’, comparados con la mayor parte de la humanidad. También viajamos en un ‘crucero de lujo’, ya que formamos parte del ‘estado de bienestar’ y damos por supuesto que tenemos derecho a disponer de una serie de bienes y servicios que aseguren nuestra calidad y nivel de vida. Algo que millones de personas en el mundo no tienen.
Y no podemos alegar ignorancia: los medios de comunicación y redes sociales nos presentan a diario situaciones de sufrimiento en diferentes grados, pero eso no queremos verlo, como denuncia el Papa Francisco en “Fratelli tutti”, «hoy todo se puede disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de “selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos» (47). Y, «como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor» (65).
Para romper con esta situación, necesitamos el ‘golpe de realidad’ que nos ha proporcionado el Señor en el Evangelio: “Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehena”… Y si tu pie te induce a pecar, córtatelo… y si tu ojo te induce a pecar, sácatelo…”.
Normalmente interpretamos estas palabras en un sentido moral, pero hoy ampliémoslas:
“Si tu mano te induce a pecar…” ¿Estoy haciendo algo, de forma concreta y efectiva, para actuar frente a las situaciones de pobreza y exclusión, o vivo en una ‘burbuja de fantasía’, voy a la mía desentendiéndome de otros temas y personas, a no ser que me afecten directamente?
“Si tu pie de induce a pecar…” ¿Cómo es mi caminar cada día? ¿Cómo es mi estilo de vida, mis valores, mi forma de consumir bienes y servicios? ¿Voy como en un ‘crucero de lujo’, o tengo presente las malas condiciones de vida que sufren millones de personas?
“Si tu ojo te induce a pecar…” ¿Cómo me sitúo ante la realidad? ¿Estoy verdaderamente informado, o me limito a ser espectador, sin que lo que ‘veo’ me impacte realmente?
ACTUAR:
La vida no es ‘un crucero de lujo’ reservado sólo para algunos. Como dijo el Papa Francisco durante la pandemia, «en esta barca, estamos todos. No podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos». ‘Cortemos’ con todo lo que nos hace caer en la indiferencia y acojamos el ‘golpe de realidad’ que el Señor nos hace con su Palabra, para reaccionar, como indica el Papa: «Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído». (77)