(Re) Iniciación a la vida cristiana

VER:
Todas las parroquias sufrimos, en mayor o menor medida, bastantes dificultades en lo referente a la catequesis, sobre todo de infancia y juventud; no es necesario detallarlas. Por eso, en la Diócesis de Valencia se está reflexionando un documento titulado “Hacia una catequesis misionera de inspiración catecumenal”. Con las aportaciones que se realicen desde las parroquias, se elaborará finalmente un proyecto global de catequesis al servicio de la iniciación en la vida cristiana, «para pasar de una catequesis centrada en la enseñanza de un texto a una catequesis que es un encuentro, un diálogo en el que se tienen en cuenta todas las dimensiones de la vida cristiana: conocer, celebrar, vivir y orar» (n. 16).
JUZGAR:
En la iniciación a la vida cristiana «hay una gradualidad natural. El primer paso surge del Primer Anuncio. Así se suscita un interrogante: ¿Quién eres? Así se inicia un cambio de rumbo en la vida hacia lo inesperado de Dios. Desde ahí se avanza hasta adentrarse en el encuentro con Jesucristo; primero a tientas, luego con más seguridad y confianza». (n. 21)
Hoy en el Evangelio hemos escuchado el comienzo de un proceso de iniciación a la vida cristiana: a Jesús “le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar”. Pero Jesús actúa de modo diferente a como lo hace en otras curaciones; aquí hay un proceso, una gradualidad. A Jesús sólo “le piden que le imponga la mano”, pero Él hace una serie de gestos, que nos invitan a reflexionar.
Lo primero es que el sordo que apenas podía hablar no conocía a Jesús, son otras personas las que se lo presentan. Tenemos pues el primer paso, el Primer Anuncio: quienes sí que conocen a Jesús de algún modo se sienten motivados a que otra persona pueda conocerlo.
«El Primer Anuncio se refiere a la centralidad de Jesucristo, invita a la adhesión a Jesucristo» (n. 40) y, por eso, «el primer anuncio debe provocar un camino de formación y de maduración» (Evangelii gaudium 160). El sordomudo acepta quedarse con Jesús, pero lo podría haber rechazado. La iniciación a la vida cristiana, el seguimiento de Jesús, debe ser un acto libre, que se propone a otros pero no se impone, y hay que respetar los tiempos y procesos de cada persona.
Seguidamente, Jesús lo aparta de la gente y se queda con él, a solas. La iniciación a la vida cristiana nos es ‘una actividad más’ de tantas que realizamos: es algo que va a afectar a toda nuestra vida y, por eso, debemos darle un tiempo de calidad para centrarnos en Jesús, sin prisas ni distracciones.
Jesús “le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua”. Como hemos dicho, la iniciación a la vida cristiana no consiste en ‘aprender’, es un diálogo, y para ello necesitamos escuchar y hablar. Necesitamos aprender a escuchar a Dios, que nos dirige su Palabra por medio de su Iglesia; y también aprender a hablar a Dios, en la oración y celebración tanto individual como comunitaria.
Finalmente, Jesús, “mirando al cielo, suspiró y dijo: ‘Effetá’ (esto es, ‘ábrete’)”. De nuevo encontramos una llamada a la propia libertad y responsabilidad: tras haber conocido a Jesús, tras aprender a escucharle y a hablarle, hemos de decidir ‘abrirnos’ a Él, o permanecer ‘cerrados’.
Para el sordomudo, su encuentro con Jesús supuso un cambio de vida radical. Si nosotros nos abrimos, si continuamos nuestra iniciación a la vida cristiana, también se producirá ese cambio, porque descubriremos que Dios se ha hecho cercano a todos y cada uno en su Hijo hecho hombre, para llamarnos a la comunión de vida con Él, ya desde ahora y un día para toda la eternidad.
ACTUAR:
Quizá estemos pensando que esto de la iniciación a la vida cristiana no va para nosotros, porque ya hace muchos años que recibimos el Bautismo, la Eucaristía, que somos miembros de la comunidad parroquial… Pero por eso mismo, quizá estemos necesitados de una ‘re-iniciación’, para «promover el paso de una fe sustentada por costumbres, a una fe más personal y madura, iluminada y convencida» (n. 52).
Quizá necesitemos volver a escuchar el Primer Anuncio, porque «es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra» (EG 164). Quizá necesitemos re-encontrarnos con Cristo, re-aprender a escucharle y hablarle, y ‘abrirnos’ a Él con mayor profundidad, para ser también testigos suyos en el corazón del mundo.
De esta forma, como se indica en el documento de reflexión, podremos comprender, y así proponer a otros, «que el Evangelio es un mensaje que ilumina el conjunto de la vida, que nos lleva a un estilo de vida, es decir, a adquirir una mentalidad de fe, de forma tal que gradualmente lleguemos a sentir, pensar y actuar como Cristo».