Ya no puedo más

VER:
Muchos, en la edad adulta, aunque también a veces en plena juventud, hemos experimentado en alguna ocasión que la acumulación de problemas y contratiempos, las experiencias personales negativas, el fracaso de los esfuerzos e intentos realizados, las situaciones para las que objetivamente no hay salida ni solución… nos hacen sentir que ya no podemos más. Pero intentamos seguir adelante; unas veces, la motivación la encontramos en la pareja, o en la familia, o en amigos, o en personas que dependen de nosotros, o en un proyecto… Pero llega un momento en que ni siquiera eso es suficiente, y sentimos que hemos llegando al límite de nuestro aguante.
JUZGAR:
En la 1ª lectura hemos escuchado que el profeta Elías tuvo esta misma experiencia. Él luchó con energía para que el pueblo volviese a Dios, pero no ve el fruto de sus esfuerzos, se desanima y, como la reina Jezabel lo persigue a muerte, huye por el desierto “hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: ¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues yo no soy mejor que mis padres!”.
Elías, tras esas palabras, “se recostó y quedó dormido, pero un ángel lo tocó y dijo: ‘Levántate, come’”. Dios no ha abandonado al profeta, al contrario, se manifiesta ahora especialmente cercano.
Elías “miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a acostarse”. Lo que Elías ha encontrado son alimentos humildes, ‘poca cosa’ incluso para el gran cansancio físico y sobre todo espiritual que está experimentando. Por eso, sigue sin recuperar las fuerzas.
Pero “el ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo: ‘Levántate y come…’ ”. Destaca la comprensión, y la ternura de Dios para con Elías; comprende que le cueste seguir adelante. Sin embargo, Dios no le invita al descanso, sino que le advierte: “…el camino que te queda es muy largo”.
Y así, “Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó, cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios”. Elías recupera la motivación que necesitaba y sigue adelante. Los cuarenta días y noches hacen referencia a ‘toda la vida’, caminando hacia el encuentro con Dios.
Este pasaje prepara ya lo que hemos escuchado en el Evangelio: Jesús es “el pan bajado del cielo”.
Podemos hacer nuestra la experiencia de Elías, porque también Dios se nos manifiesta especialmente cercano en los momentos de agotamiento físico y espiritual, aunque no podamos reconocerlo. También nos manifiesta su presencia con algún ‘ángel’, con alguna persona que está a nuestro lado acompañándonos y animándonos.
Y, sobre todo, también Dios nos ofrece el alimento que necesitamos: la Eucaristía, muy humilde en apariencia, pero que es “el Pan de Vida, el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él y no muera”.
Quizá, como le ocurrió a Elías, aunque recibimos la Eucaristía, nos cuesta encontrar la fuerza y la motivación que necesitamos para seguir adelante, pero Dios también nos comprende, como a Elías, y por eso no debemos dejar la Eucaristía, aunque de momento parece que no sentimos nada. Jesús ha dicho: “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Es a Jesús mismo a quien recibimos, a quien asimilamos a nuestro ser como asimilamos los alimentos, para que podamos seguir adelante ya no apoyados en nuestras solas fuerzas, sino con la fuerza del Hijo de Dios en nosotros.
Y seguir adelante teniendo presente la meta a la que nos dirigimos: “El que coma de este pan vivirá para siempre”. No caminamos sin rumbo, los problemas y fracasos no tienen la última palabra: como Elías, toda nuestra vida está orientada hacia Dios y vivir para siempre con Él.
ACTUAR:
¿Me identifico con Elías? ¿En qué situaciones he exclamado ‘ya no puedo más’? ¿Alguien me ha acompañado y animado para no rendirme? ¿He encontrado fuerzas en la Eucaristía?
Celebrar la Eucaristía no es simplemente ‘oír Misa’, y menos aún ‘cumplir el precepto’. Debemos tener presente que, en la celebración litúrgica, el Señor está ahí, «Él se hace comida y bebida espiritual, para alimentarnos en nuestro viaje hacia la Pascua eterna». (Prefacio III de la Eucaristía). Compartiendo la experiencia de Elías, hagamos nuestras estas palabras del Papa Francisco: «Sin Cristo estamos condenados a estar dominados por el cansancio de lo cotidiano, con sus preocupaciones y por el miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo en la celebración eucarística». (Audiencia General, 13-diciembre-2017)