Que nada se pierda

VER:
Hace un tiempo entró en vigor la ‘Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario’, por la que bares y restaurantes estaban obligados a ofrecer a sus clientes la posibilidad de llevarse los alimentos que no hayan consumido. Y es que, a nivel mundial, se desperdician o pierden alrededor de un tercio de los alimentos que se producen. La principal consecuencia, como constantemente nos recuerda Manos Unidas, es que cientos de millones de personas padezcan hambre en el mundo cuando hay alimentos de sobra para todos. Otras consecuencias son el desperdicio de recursos como la tierra, el agua, la energía… El desperdicio podría evitarse si todos nos concienciamos y actuamos responsablemente en nuestro día a día.
JUZGAR:
Los domingos del ciclo litúrgico «B» leemos el Evangelio según san Marcos, pero durante varios domingos interrumpimos esta lectura para seguir el capítulo 6 del Evangelio según san Juan.
Hemos escuchado que a Jesús “lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos”. El evangelista san Juan no habla de ‘milagros’ sino de ‘signos’, porque lo importante no es el hecho en sí, sino lo que ese hecho significa, lo que Jesús quiere transmitirnos. Y Jesús ha hecho el signo de la multiplicación de los panes y los peces, que es recogido por los cuatro evangelistas. Pero en la narración de san Juan encontramos algunos detalles para profundizar.
“Estaba cerca la Pascua”. San Juan ofrece este dato para relacionar el signo que va a realizarse con el gran ‘Signo’ que es la Eucaristía, como veremos en los próximos domingos.
“Dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? Lo decía para probarlo, pues bien sabía Él lo que iba a hacer”. Jesús no hace signos para ‘lucirse’, sino que implica a sus discípulos en esos signos.
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?”. El pan de cebada, inferior al de trigo, era el pan de los pobres. Pero este muchacho pobre es el primer elemento del signo, porque pone todo lo que tiene, aunque sea poco, a disposición de Jesús.
“Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda”. Como un anticipo de la Ley de Prevención del Desperdicio Alimentario, Jesús pide que no se desperdicie nada, “y llenaron doce canastos”. Parecía que no había nada que comer, pero todos se saciaron y sobró.
Como discípulos suyos, Jesús también nos implica a nosotros para que no nos quedemos en el ‘milagro’ sino que nos adentremos en el ‘signo’, en lo que hoy significa para nosotros. Domingo tras domingo participamos en la Eucaristía, y Jesús repite el signo: parte y reparte el Pan que es su Cuerpo para alimentarnos en nuestro caminar diario. ¿Qué es lo que me trae aquí? ¿Tengo ‘hambre’ de Dios? ¿O busco algún ‘milagro’ personal, o vengo por costumbre, o para cumplir?
“Decid a la gente que se siente en el suelo”. ¿Cómo aprovecho este alimento? ¿Vengo dispuesto a ‘degustarlo’, o espero un ‘servicio de comida rápida’ para seguir luego con mis cosas?
Y hoy Jesús también nos pide particularmente: “Recoged los pedazos que han sobrado. Que nada se pierda”. ¿Qué repercusión tiene en mi vida, durante el resto de la semana, la celebración de la Eucaristía dominical? Igual que en bares y restaurantes, ¿‘recojo’ algo de la celebración para ‘llevármelo’ y que me ‘alimente’? ¿O ‘dejo perder’ lo que he celebrado y al poco de salir ya no me acuerdo?
Y otro modo de “que nada se pierda” es no quedarme para mí el ‘alimento’ que he recibido. Mirando a ese muchacho pobre que pone lo poco que tiene a disposición de Jesús, ¿cómo ‘reparto’ a otros lo que he recibido de Jesús? ¿Ofrezco lo ‘poco’ que tengo? ¿Qué compromiso evangelizador tengo para que otros puedan tener una vida más digna en lo material y, además, puedan conocer a Jesús?
ACTUAR:
El desperdicio de alimentos es algo que nos debería indignar. La conciencia del hambre que sufren millones de personas debería movernos a ser responsables en nuestra compra y consumo.
Del mismo modo, el ‘desperdicio’ del Alimento que es Jesús debería indignarnos como cristianos. La conciencia del ‘hambre de Dios’ que sufre nuestro mundo, aunque muchos no quieran reconocerlo así, debería movernos para vivir profundamente la Eucaristía y, para “que nada se pierda”, recoger y repartir en nuestro quehacer cotidiano todo lo que el Señor nos regala cada domingo.