Peregrinos de la Esperanza

VER:
Un pastor es la persona que cuida de un rebaño, y un rebaño es un conjunto de cabezas de ganado. Pero la palabra ‘rebaño’ también es utilizada en sentido despectivo para referirse a una masa anónima de personas, sin ideas propias, manipulable… Y a menudo la sociedad en que vivimos, y por tanto nosotros mismos, se parece en muchos aspectos a ‘un rebaño’: no hay un rumbo fijo ni una meta definida, sino que se vive ‘al día’, sin grandes planes, sin esperanza, sólo buscando momentos gratificantes. También falta capacidad de reflexión y crítica para discernir y, por eso, abundan ‘pastores’ (aunque ahora se llamen “influencers” o “coaches”) que se aprovechan de la necesidad de esperanza de la gente para conseguir miles de seguidores que, de un modo irreflexivo, adoptan las ideas y se dejan llevar por lo que estos nuevos ‘pastores’ les dicen.
JUZGAR:
En el Evangelio hemos escuchado que Jesús “vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor”. Jesús ve la realidad de su tiempo: no faltaban ‘falsos pastores’ que se presentaban como ‘el mesías’ para liberar al pueblo de la dominación romana; también muchos de los ‘pastores oficiales’ (sacerdotes del templo, escribas, fariseos…) dejaban mucho que desear, como ya denunció Jeremías: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño!”. Por eso, no es de extrañar que la gente ya no supiera a qué atenerse, y por eso andaban por la vida sin rumbo fijo, perdidas “como ovejas que no tienen pastor”, y eran fácilmente manipulables.
Pero Jesús no ve ‘un rebaño’; Jesús ve una multitud de personas que, aunque no lo expresen, sufren por esa falta de rumbo y de meta para su vida; por eso “se puso a enseñarles muchas cosas”.
El Evangelio de hoy nos hace varias llamadas: la primera, a pensar si soy ‘rebaño’, si vivo ‘como oveja que no tiene pastor’, sin un rumbo fijo ni una meta definida, si me dejo llevar de un modo irreflexivo por las opiniones y criterios de otros, en todas las dimensiones de mi vida.
La segunda llamada es a revisar cómo es mi mirada sobre esta sociedad que, a menudo, parece un ‘rebaño’ sin pastor: ¿Es una mirada indiferente, despreciativa? ¿O es compasiva, como la de Jesús?
La tercera llamada es: ¿Qué estoy haciendo al respecto? ¿Qué puedo ‘enseñar’ a otros? Porque todos, por nuestro Bautismo, estamos llamados a ser ‘pastores’, siguiendo a Jesús, el Buen Pastor.
Y, aunque en cada lugar y circunstancia ese ‘enseñar’ se concretará de formas diversas, hay algo básico para proponer, a la gente que nos rodea, un rumbo fijo y una meta definida: la esperanza.
Ésta es la razón del Jubileo de 2025, cuyo lema es ‘Peregrinos de la Esperanza’, porque, como indica el Papa Francisco en la Bula de convocatoria, «todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada».
¿Y cuál es el fundamento de esa esperanza? «‘Creo en la vida eterna’. Tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. Jesús muerto y resucitado es el centro de nuestra fe. Más allá de este umbral [de la muerte] está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad».
ACTUAR:
Son multitud los que andan “como ovejas que no tienen pastor”, y a quienes el Señor nos envía como ‘Peregrinos de la Esperanza’. Pero, «además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece».
Como escribió Mons. Enrique Benavent, Arzobispo de Valencia, «la esperanza no es espera pasiva. Nos pide orientar nuestro servicio eclesial en dirección al Reino de Dios. Es necesaria una actitud de discernimiento para encontrar los caminos para que el mensaje cristiano sea significativo para nuestro mundo, porque es algo más que una transmisión de ideas». (Carta pastoral “Una Iglesia esperanzada”)
«La vida cristiana es un camino, que necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús». El próximo Jubileo será para todos una ocasión de reavivar y anunciar la esperanza, «para poder exclamar, ya desde ahora: Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás».