Sólo “equipaje de mano”

VER:
Cuando viajamos en avión, normalmente con el billete está permitido llevar un ‘equipaje de mano’, que podemos llevar con nosotros en el interior de la cabina durante el vuelo, del cual no hay que pagar gastos de facturación. La maleta o mochila no debe superar unas dimensiones determinadas ni un peso máximo y, por seguridad, hay una serie de artículos que se pueden llevar pero otros están absolutamente prohibidos. Por eso, en muchas páginas de internet se nos ofrecen consejos para poder hacer el equipaje de mano de modo que podamos aprovecharlo al máximo.
JUZGAR:
En el Evangelio de hoy hemos escuchado que “Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos”. Los discípulos van a empezar un ‘viaje’ en el que deberán empezar su anuncio del Evangelio. Y Jesús les da una serie de consejos sobre el ‘equipaje’: “les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”.
Sorprenden estas palabras; cualquiera de nosotros habríamos empezado a pensar en la ropa que necesitaremos, algo de comida, dinero en efectivo o tarjetas de crédito, habríamos buscado lugares de alojamiento… Es lo lógico antes de iniciar cualquier viaje. ¿Por qué insiste Jesús en esto?
Porque en el anuncio evangelizador, además del mensaje, también tiene importancia el estilo de vida de quien lo anuncia. La sobriedad y la austeridad, llevar sólo un ‘equipaje de mano’, nos permite ser más ‘libres’ y, además, es un indicativo de que de verdad se cree y se vive eso que se anuncia a otros; no sólo es cuestión de ‘pobreza material’, sino de credibilidad.
Las palabras de Jesús nos invitan a una reflexión, que aparece en la película “Up in the air”, protagonizada por George Clooney, en la que encarna a un alto ejecutivo que, en sus conferencias, utiliza la metáfora de una mochila: «¿Sus vidas cuánto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en su vida. Empiecen por las que hay en los estantes, y los cajones… las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso. Ahora cosas más grandes: ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele… La mochila ya pesa. Ahora cosas más grandes: el sofá, la cama, alguna mesa… métanlo todo dentro: el coche, ¡añádanlo! La casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila. Intenten caminar… ¿es difícil, no? Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida diaria: nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen: moverse es vivir…»
Tomando como base las palabras de Jesús a sus discípulos y esta reflexión de la película, pensemos:
Jesús nos llama a todos a la misión. No es tarea sólo para algunos, sino para todos los que hemos recibido el Bautismo. Como dice el Papa Francisco: «ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’». (EG 120). ¿Me siento llamado y enviado a ser ‘misionero’?
¿Qué llevo en mi ‘mochila’ personal? ¿Qué o quiénes ‘llenan’ mi vida, qué ocupa la mayor parte de mi tiempo? ¿De qué no estoy dispuesto a desprenderme? ¿Me ocurre, como dice en la película, que «nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos»? ¿Qué me está pesando demasiado, hasta el punto de que casi no me deja tiempo ni ganas para Dios, ni para la parroquia, asociación…?
«Moverse es vivir», y Jesús nos invita a ‘movernos’, a anunciar el Evangelio de palabra y de obra, para que nosotros y otros podamos ‘vivir’ de verdad. Y esta misión a la que Jesús nos envía no es una ‘sobrecarga’ añadida al peso de la vida diaria. Para la misión sólo necesitamos un ‘equipaje de mano’: oración, Eucaristía y confesión, formación y vida comunitaria, porque el mejor ‘equipaje’ somos nosotros mismos, nuestra experiencia personal de fe, que se nos note que el Evangelio que creemos y celebramos da la vida y por eso lo anunciamos.
ACTUAR:
Jesús nos llama y envía a todos a la misión evangelizadora, a continuar lo que Él mismo hizo, y no necesitamos cualidades especiales. Como decía Amós en la 1ª lectura: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo…” Lo único necesario es nuestra experiencia de fe, vivida en lo cotidiano.
Comencemos este ‘viaje’ al que el Señor nos envía llevando sólo el ‘equipaje de mano’ porque «si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús». (EG 120)