Contemplar el mar

VER:
El mar siempre ha atraído al ser humano, unas veces en sentido positivo por su belleza, grandiosidad, la vida que contiene… y otras veces en sentido negativo, por su fuerza destructora, por el misterio que encierra en sus profundidades. El mar es uno de los símbolos de los meses de verano, y algo muy relajante es estar sentado tranquilamente contemplándolo. El sonido de las olas, la brisa marina, nos ofrecen el marco adecuado para poder hacer algo necesario pero para lo que no solemos encontrar tiempo, que es reflexionar sobre nuestra vida. Porque nuestra vida a menudo también se compara con el mar, con sus períodos de calma y con las tempestades que la azotan.
JUZGAR:
El mar está muy presente en la Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis. Generalmente tiene un sentido peligroso y amenazador, en donde viven criaturas monstruosas (como el Leviatán) o los poderes malignos que se oponen a Cristo, como en el Apocalipsis. Pero también es un lugar donde se manifiesta el poder de Dios, como en el paso del Mar Rojo, porque Dios es superior a esas fuerzas malignas. Así lo hemos escuchado en la 1ª lectura: “¿Quién cerró el mar con una puerta… aquí se romperá la arrogancia de tus olas?”.
Y en los Evangelios encontramos el mar de Galilea, o de Tiberíades, donde Jesús llamó a sus primeros discípulos a seguirle, y donde enseñó, y realizó milagros y curaciones.
Allí se desarrolla el pasaje que hemos escuchado en el Evangelio. “Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar”. Y, poco después, Jesús realiza el signo de la tempestad calmada.
Teniendo presente toda la escena, hoy podemos imaginarnos que estamos sentados junto al mar, con Jesús, como aquella multitud, para contemplar nuestra vida guiada por la fe.
Y lo primero es pensar si tengo verdadero interés en dejarme enseñar por Jesús, si acudo allí donde sé que voy a poder conocerlo mejor (Equipos de Vida, charlas, cursos…), aunque me cueste.
“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vamos a la otra orilla’”. ¿Mi vida de fe está ‘amarrada’, me quedo en ‘puerto seguro’, o estoy dispuesto a ‘ir a la otra orilla’, a participar en celebraciones, encuentros o actividades que se desarrollen más allá de los límites de mi parroquia, asociación o movimiento?
“Se levantó una fuerte tempestad”: ¿Qué ‘tempestades’, problemas, situaciones difíciles… he vivido? ¿Estoy atravesando alguna ‘tempestad’ en este momento? ¿Cómo la estoy afrontando?
“Él estaba en la popa…”: La popa es la parte posterior de una embarcación. ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Lo he relegado a ‘mi popa’, hay otros intereses, ocupaciones… por delante de Él?
“…dormido”: ¿Mi fe se ha ‘dormido’, se ha vuelto rutinaria? ¿Jesús está ‘dormido’ en mí? ¿Tengo con Él una relación viva, dialogo con Él en la oración, presto atención a su Palabra, participo de forma consciente y activa en la Eucaristía porque es mi encuentro vivo con Él?
“¿No te importa que perezcamos?”: ¿En qué ocasiones difíciles, propias o ajenas, he preguntado esto mismo a Jesús? ¿He experimentado alejamiento o indiferencia de Dios hacia mí?
“¿Por qué tenéis miedo?”: ¿A qué tengo miedo? ¿Hay algo que me haga dudar de la fe en Él?
“¿Aún no tenéis fe?”: La fe es nuestra respuesta al don que Dios hace de sí mismo. ¿Puedo afirmar que ‘tengo fe’, me fío del Señor, aun en medio de las ‘tormentas’ o cuando parece ‘dormido’? ¿Estoy esperando signos o pruebas… de que Jesús actúa en mi vida para, entonces, creer en Él?
ACTUAR:
Por eso, hoy también debemos preguntarnos, como los discípulos: “¿Pero quién es éste?” ¿Quién es Jesús para mí, qué experiencia personal tengo de Él? ¿Sé explicar a otros quién es Él?
Es muy comprensible que experimentemos preocupación e incluso miedo ante las ‘tempestades’ que sufrimos en nuestra vida. Por eso, del mismo modo que necesitamos tiempos de descanso para aliviar tensiones, también necesitamos tiempo para reflexionar sobre nuestra vida de fe.
Aprovechemos que en verano, generalmente, el ritmo cotidiano se vuelve más relajado para ‘contemplar el mar’ de nuestra vida junto a Jesús, y así poder ser conscientes de su presencia salvadora también en medio de las tempestades de la vida.