Ser donantes

VER:
De vez en cuando, los servicios sanitarios nos recuerdan la importancia y necesidad de que donemos sangre: ‘Dona sangre, es de vital importancia’, ‘Tu sangre salva vidas, dónala’, ‘Dona sangre, comparte vida’ son algunos de sus lemas. En todos aparecen unidas la sangre y la vida, porque la sangre es necesaria para muchas funciones vitales de nuestro cuerpo. Por otra parte, España lleva más de treinta años como líder mundial en realización de trasplantes de órganos. Muchas veces, estos órganos proceden de personas que han fallecido y que, por su generosidad o la sus familiares, son donados para que quienes los reciben puedan mejorar su calidad de vida. Por eso es muy importante y necesario ser donante.
JUZGAR:
Hoy estamos celebrando la donación más grande de sangre y de órganos: la Solemnidad de Corpus Christi. Hoy celebramos que Jesús nos ha donado su Cuerpo y su Sangre. Jesús es el gran Donante, que se entregó por nuestra salvación y que, tras su muerte y su resurrección, continúa entregándose totalmente para darnos vida, para darnos salvación: “Tomad, esto es mi Cuerpo… ésta es mi Sangre”.
La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos ha recordado lo que significaba la sangre en la cultura hebrea. La sangre era vida y, por eso, tenía estrecha relación con Dios. En la 1ª lectura, “tomó Moisés la mitad de la sangre y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar…”. La sangre ‘marcaba’ la consagración de algo o alguien a Dios. Y luego “Moisés tomó la sangre y roció al pueblo, diciendo: ‘Ésta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con vosotros…’”. La sangre era la ‘firma’ de un pacto, lo que daba validez al compromiso firme entre Dios y su pueblo.
Pero, como dice la carta a los Hebreos (9, 23): “Era necesario que todas estas cosas, que son figura de las realidades celestes, se purificaran con tales ritos, pero las realidades celestes mismas necesitan sacrificios superiores a éstos”. De ahí lo que hemos escuchado en la 2ª lectura: “Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. No lleva sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva”.
Hoy es un día para dejar que resuenen en nosotros las palabras de Jesús que decimos en el momento de la consagración: «Tomad y comed, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros. Tomad y bebed, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna…». Quizá estamos tan acostumbrados a escucharlas que no nos damos cuenta de su profundo significado. Cristo, por puro amor hacia nosotros, se hace ‘Donante’ total, nos entrega su Cuerpo y de su Sangre, para salvarnos, para darnos su propia vida y así nosotros tengamos vida. Esta donación total es lo que dio sentido a la vida de Jesús, y es lo que da sentido a la vida de los que, como discípulos suyos, recibimos la donación de su Cuerpo y su Sangre.
Y, al recibir esta donación, también firmamos la nueva alianza con Dios: ya no es una relación puramente ‘cultual’, hecha de ritos y gestos externos, sino que es una relación de vida y amor. Jesús, al entregarse por nosotros una vez y cada vez que celebramos la Eucaristía, nos enseña que la nueva alianza de Dios con nosotros nos compromete a ser también ‘donantes’, a entregarnos nosotros mismos a los demás por amor, porque eso es lo que verdaderamente nos da la vida.
ACTUAR:
Ser receptores del Cuerpo y la Sangre de Cristo, venerar la Eucaristía, es mucho más que una devoción. Al finalizar la consagración, el sacerdote dice, repitiendo las palabras de Jesús: «Haced esto en conmemoración mía». Jesús no se refiere sólo a la celebración, sino también a ser donantes, como Él: «Haced esto», es decir, daos a los demás como yo, para que también puedan tener vida.
Es necesario ser donantes, dar sangre y dar nuestros órganos para trasplantes, y éste debería ser un compromiso de todos los cristianos. Pero también es necesario que, siguiendo el ejemplo de Jesús, el gran Donante, nos demos a nosotros mismos para que su Vida llegue a todos. Si físicamente nuestra donación de sangre y de órganos beneficia a los demás porque les da vida, el don que hagamos de nosotros mismos, de nuestras capacidades, de nuestra experiencia… también dará vida a otros, porque conocerán al Señor y podrán acercarse y alimentarse de Él, y serán receptores de la donación de su Cuerpo y de su Sangre, para tener su misma Vida.