Seguimos perplejos

VER:
Todos, en alguna ocasión, hemos vivido situaciones que nos han dejado perplejos. Hemos visto alguien o algo que nos ‘descoloca’, que rompen nuestros esquemas mentales, incluso el orden natural de las cosas. Cuando esto nos ocurre, normalmente nos quedamos quietos y sin saber qué decir, porque no sabemos cómo reaccionar, no encontramos una explicación lógica a eso que estamos viviendo. Durante algún tiempo le daremos vueltas a la cabeza, buscando una respuesta, pero lo más normal es que acabemos aceptándolo, aunque nos resulte incomprensible.
JUZGAR:
Durante la Semana Santa hemos contemplado desde la oración los acontecimientos de la vida de Jesús que constituyen el núcleo de nuestra fe. El Domingo de Ramos, conmemorando la entrada de Jesús en Jerusalén, ya se nos advertía que “estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio…”. Y asumíamos el reto de comprender mejor los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, para que iluminen nuestra vida y así vivirla plenamente desde la fe.
El Jueves Santo nos invitó a preguntarnos si comprendemos que Jesús instituyese la Eucaristía y realizase el lavatorio de los pies a sus Discípulos. El Viernes Santo nos encontramos ante lo incomprensible de la Cruz, tanto la de Jesús como las cruces humanas. Y esta noche/hoy nos situamos ante algo todavía más humanamente incomprensible: la Resurrección del Señor.
Los Evangelios de la Vigilia y del día nos narran hasta qué punto este hecho dejó perplejos a los discípulos. La Resurrección de Jesús no sólo no era algo que esperaban, es que ni siquiera se les había pasado por la cabeza: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús… y se decían unas a otras: ‘¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?’”. Su intención era cumplir los últimos ritos funerarios con el cuerpo de Jesús, ya que no habían podido llevar a cabo el viernes por falta de tiempo, y su preocupación era poder hacerlo.
Pero se encuentran con una situación que las deja perplejas: “Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida… Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco… Él les dijo: ¿Buscáis a Jesús, el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron”.
Podemos hacernos una idea de cómo se sintieron: están en el lugar correcto, pero lo cierto es que el cuerpo de Jesús no está: “Mirad el sitio donde lo pusieron”. No hay una explicación ‘lógica’ ni para lo que ven ni para lo que oyen, y sólo les queda hacer lo que se les ha dicho: “Id a decir a sus discípulos…”.
Ellas no comprenden lo que está ocurriendo, por eso, como escuchamos en el Evangelio del día, María la Magdalena se limita a decir: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Es el turno ahora de Simón Pedro y al otro discípulo, que corren juntos hacia el sepulcro de Jesús. Lo encuentran abierto y, además, “los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte”. También podemos imaginar la perplejidad de Pedro y del otro discípulo, y las preguntas que se harían tratando de encontrar una explicación a la ausencia del cuerpo de Jesús. Porque, por sí solos, ni el sepulcro vacío, ni los lienzos tendidos, ni el sudario enrollado son una prueba de lo que ha ocurrido. Hace falta algo más.
Y la clave nos la ha ofrecido también el Evangelio: “el otro discípulo, a quien Jesús amaba, vio y creyó. Porque hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos”. La fe en el anuncio del ángel, fundamentada en la Escritura y alimentada por el amor al Señor y el testimonio de los discípulos, es el camino para acoger eso incomprensible y que nos deja perplejos: la Resurrección de Jesús. Y “así también nosotros andemos en una vida nueva”, como dice san Pablo.
ACTUAR:
Hemos vivido la Semana Santa desde la fe, porque queríamos comprender estos Misterios. Pero esta noche/hoy estamos celebrando que Dios nos desborda y que siempre habrá cosas que nos resultarán incomprensibles. Pero eso no es un obstáculo, sino al contrario, es una garantía de que Dios no es una invención nuestra, una proyección de nuestros deseos, porque como dijo san Agustín: ‘Si fuéramos capaces de comprenderlo no sería Dios’. Por eso, aunque no comprendamos, aunque lo que esta noche/hoy celebramos nos deje perplejos y no nos entre en la cabeza, desde la fe sí podemos acoger y vivir la Buena Noticia: “¡Ha resucitado!”.