La Cruz es incomprensible

VER:
Desde el Domingo de Ramos estamos diciendo que comprender algo es tomar conciencia de ello, tener una idea clara al respecto, captar el significado… Y que en nuestra vida hay cosas que comprendemos pero, otras veces, nos enfrentamos a situaciones que nos resultan incomprensibles. Pueden afectarnos directamente, o a alguien conocido, o a la sociedad… y nos cuestionan profundamente porque no sabemos cómo asimilarlas.
JUZGAR:
Seguimos contemplando desde la oración los últimos días de Jesús, porque queremos comprender mejor el núcleo de nuestra fe, y que los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor iluminen nuestra vida para vivirla plenamente desde la fe.
El Domingo de Ramos nos dio una visión general de estos Misterios; el Jueves Santo nos adentró en el Misterio del Amor de Dios entregado hasta el extremo, y hoy estamos en el segundo día del Triduo Pascual, el Viernes Santo, que también tiene sus gestos y símbolos propios:
Hoy no se celebra la Eucaristía; el altar está desnudo por completo; los Oficios comienzan en completo silencio y el presbítero se postra rostro en tierra ante el altar; tras la liturgia de la Palabra, la oración universal es también más extensa; a continuación tiene lugar la adoración de la Cruz, que se lleva al altar cubierta con un velo, y se va descubriendo poco a poco; para comulgar, el Santísimo Sacramento es trasladado desde el Monumento; los Oficios terminan con una oración, sin la despedida habitual, y todos salen en silencio.
De nuevo para la gran mayoría de los que estamos aquí, esta celebración nos es conocida. Pero, para no quedarnos en una mera repetición de unos ritos y gestos exteriores, nos seguimos preguntando si comprendemos de verdad lo que significan esos ritos y gestos.
La austeridad de la liturgia de hoy tiene como objetivo adentrarnos en el Misterio de la Cruz, un Misterio que siempre nos resulta incomprensible.
Nos resulta incomprensible ver a Jesús cargado con la Cruz; nos resulta incomprensible que quiera conquistar nuestro corazón amándonos hasta el extremo; nos resulta incomprensible que, clavado en la Cruz, sólo tenga palabras de perdón y de esperanza; nos resulta incomprensible que todo un Dios esté dispuesto a dar su vida por nosotros.
Y lo incomprensible de Jesús en la Cruz nos lleva a lo incomprensible de las cruces humanas. Porque, aunque no lo queramos aceptar, la cruz está presente en nuestras vidas. Son muchísimas las personas que sufren y mueren, a menudo de una forma muy cruel, en unas cruces que ellos no han buscado, pero que forman parte de la condición humana, o se las ha impuesto la maldad de otros.
La cruz, siempre incomprensible, está hoy aquí presente, pero no la cruz sola. La cruz sola, además de incomprensible, es terrible, sólo oscuridad y desesperación. Lo que hoy tenemos presente es a Jesucristo en la Cruz. Y con Él todo cambia, porque, aunque nos siga resultando incomprensible, Cristo es el único que puede dar sentido a la Cruz, a la suya y a la nuestra, a todas.
Porque Jesús muere en la Cruz cada vez que alguien muere de hambre, o por la guerra, o en una patera, o víctima de la delincuencia, o del maltrato, o de una enfermedad incurable, o por la pobreza, o por una injusticia, o por una adicción, o por una enfermedad mental, o por un accidente, o por una catástrofe natural, o simplemente por ser cristiano en algunos países.
ACTUAR:
Por mucho que queramos tenerlo todo controlado, la cruz siempre está y estará presente en nuestra vida, y siempre nos resulta y resultará incomprensible. Esta tarde, pedimos al Señor que la fe en Él nos dé fuerza para llevar la Cruz, o para acompañar a quienes la sufren con especial dureza, como supieron hacerlo María y las otras mujeres, cuando permanecieron al pie de la Cruz del Señor.
Hoy adoramos la Cruz pero con Jesús, porque, también de un modo incomprensible, Él está y estará presente en esas cruces. Y nos enseña que, a pesar de todo el sufrimiento que hay en el mundo, la muerte no tiene la última palabra. Ésta es la razón de nuestra esperanza: Jesús nos ha mostrado que, tras la pasión y la cruz, habrá después una tumba vacía y resurrección.