Ser «justo»

VER:
Dentro del tiempo de Cuaresma, y este año a punto de iniciar la Semana Santa, celebramos la Solemnidad de san José, en el día grande de las Fallas. Si nos paramos a pensar, ¿cuántas personas que conocemos llevan su nombre, solo o compuesto? José, Josefa, Pepe, Pepita, María José, José María… muchísimas variaciones. San José es un santo entrañable y presente en el pueblo cristiano y en su piedad, y goza de popularidad, sobre todo entre los cristianos sencillos.
JUZGAR:
San José aparece en unos pocos fragmentos del Evangelio. Pero, a pesar de ello, es una pieza clave en el plan de salvación que Dios nos ofrece a todos. Por eso, vamos a actualizar en nuestra realidad lo que significa celebrar a san José, y además, como miembros de Comisiones Falleras.
En primer lugar, la pintura y la escultura han transmitido a lo largo de los siglos una imagen de san José a menudo estereotipada, deformada, piadosa pero poco realista: la de un señor de avanzada edad, con la intención de preservar mejor así la virginidad de la Virgen María. También de las Fallas a veces hay una imagen “típica”, incluso a veces, deformada, de lo que es la fiesta y ser fallero/a, como si todo fuera ponerse el traje, desfilar, fiesta… pero las Fallas son mucho más que eso.
José era carpintero en Nazaret, un muy humilde trabajador manual, pero es elegido por Dios para cumplir una misión: custodiar a María y al Niño, ejerciendo como padre terrenal de Jesús. La mayoría de los miembros de una Comisión Fallera son personas “normales”, trabajadoras, pero que trabajan para custodiar todo lo que es y significan las Fallas y, a la vez, ejercer de “padres” de las futuras generaciones, para que no se pierda su verdadero sentido.
Para cumplir esa misión encomendada por Dios, José tenía unas actitudes que pueden interpelarnos y ayudarnos. Vamos a fijarnos en dos de ellas: “ser justo”, y su “silencio”.
¿Qué significa “ser justo”? José no se limita sólo a “dar legalidad” al nacimiento del Hijo de María (tú le pondrás por nombre Jesús). “Ser justo”, en el lenguaje Bíblico, va mucho más allá de los aspectos jurídicos, de “cumplir la ley”: significa actuar conforme a la voluntad de Dios, fiándose de Él por encima de todo, “ajustándose” a lo que Dios pide o espera.
Por eso José, al conocer el embarazo de María, en un primer momento decidió repudiarla en privado; pero, por ser “justo”, por “ajustarse” a Dios, acogió el Plan de Dios, por sorprendente que fuese (la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo) y, cuando José se despertó hizo todo lo que le había mandado el ángel del Señor. Es una llamada, en nuestra vida y en la Falla, a ser “justos” en el sentido de san José: “ajustarnos” a lo que sabemos que debemos hacer, ni más, ni menos, sin pasarnos ni quedarnos cortos. Y estar dispuestos a “ajustarnos”, a cambiar nuestros esquemas, si fuera necesario.
Y después, el “silencio”. El Evangelio no nos transmite ni una sola palabra de José. Él hizo lo que Dios le pedía, desde su vida sencilla y normal, con su trabajo en Nazaret, acompañando siempre a María y a Jesús de un modo fiel, callado, en las circunstancias cambiantes que iban surgiendo y que había que afrontar, y todo sin protagonismos, sin “ponerse medallas”, poniendo en el centro el bienestar de María y del Niño, porque eso era más importante que su propio bienestar.
Como hemos dicho, las Fallas, la Comisión Fallera, es mucho más que lo que estos días se ve; es un trabajo “silencioso”, “oculto”, que se va haciendo día a día, y que requiere hacerlo al estilo de san José: de un modo fiel, sin buscar protagonismos, sin “autobombo”, un servicio que se va “ajustando” a las circunstancias, pero siempre buscando el bien común de la Falla, por encima del propio interés.
ACTUAR:
Tras el episodio de Jesús perdido y hallado en el templo, no sabemos nada más de José. Lo más probable es que muriera poco antes o después de iniciada la vida pública del Jesús, con el mismo silencio con que había vivido. Pero su vida “oculta” fue clave para el Plan de Dios y su Reino.
Es mucho lo que podemos aprender de san José; él fue un trabajador, un padre de familia, un hombre “normal”… y por eso su ejemplo sirve para todos nosotros. Como la suya, nuestra vida pasará oculta para “la Historia”, pero si vivimos teniendo presente a Dios en nuestra vida y “ajustándonos” a Él, como hizo san José, nuestros actos, también en las Comisiones Falleras, serán clave para que el Reino de Dios, con todo lo que significa, siga creciendo en nuestro mundo.