Reserva de fe

VER:
Una reserva es algo que se aparta o se guarda de un modo especial, y que nos viene muy bien para poder utilizarlo en un futuro. Reservamos lo que para nosotros es importante o necesario: unos días de vacaciones para hacer un viaje; un tiempo para desarrollar alguna afición; algo de dinero para imprevistos… Y sabemos que lo pasamos mal cuando nos sobreviene alguna situación complicada y nos encontramos sin reservas para poder afrontarla.
JUZGAR:
En nuestra ciudad se ha producido una catástrofe que nos ha dejado sin palabras: el incendio del edificio del barrio de Campanar. Las imágenes y, sobre todo, las situaciones de las personas afectadas, tanto los fallecidos como los desaparecidos y, sobre todo, los supervivientes, hacen que nos hagamos preguntas y busquemos respuestas desde nuestra fe. Pero quizá no las encontramos.
La Palabra de Dios de este Domingo de Cuaresma nos ofrecer algunas pistas. En la 1ª lectura hemos escuchado el relato del sacrificio de Abrahán, y que siempre nos sorprende negativamente la petición que Dios le hace: Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y ofrécemelo en holocausto…
Para interpretar debidamente este episodio, debemos tener presente que la Biblia nos ofrece el relato de la acción salvadora de Dios, en la humanidad y en un pueblo concreto. No es una crónica pormenorizada ni una historia en el sentido que nosotros le damos. El autor sagrado nos presenta unos personajes y elementos que tienen que ver con el mensaje de fe que quiere transmitir.
Dios había elegido a Abrahán y había hecho con él una alianza, y una promesa de tierra y descendencia; sin embargo, ahora Dios parece dar un giro radical: el heredero ha de ser sacrificado.
Esta sorprendente petición y la actitud de Abrahán nos llevan al núcleo de lo que este pasaje significa: Abrahán había salido de su tierra fiándose de Dios; podemos decir que tenía una “buena reserva” de fe. Y, apoyándose en esa reserva de fe sigue fiándose de Él incluso en una situación de extrema dureza como la que hoy se nos narra.
Y, por su confianza por no haberte reservado a tu hijo único, te colmaré de bendiciones. La fe es la que nos da la certeza de que Dios está ahí, aunque no entendamos su proceder.
Seguramente nos veamos muy lejos de esa fe de Abrahán, y nos veamos incapaces de confiar así. Por eso, Dios en Jesús, su Hijo hecho hombre, se hace cercano y accesible a nosotros. Como hemos escuchado en el Evangelio, Jesús se transfiguró delante de sus discípulos.
Unos días antes Jesús les había anunciado su pasión, y Pedro se puso a increparlo. Jesús sabe que el escándalo de la Cruz les va a afectar profundamente y, para que “llenen su reserva de fe”, les hace contemplar su gloria como Hijo de Dios, para que puedan recordarlo más tarde.
A muchos, también a nosotros, nos escandaliza la Cruz, ésta que ahora estamos sufriendo en nuestra ciudad, y muchas otras cruces personales y sociales. Por eso, cuando surgen las preguntas, necesitamos tener llena nuestra “reserva de fe”, descubriendo los “momentos de transfiguración” que el Señor nos regala para después, ante la Cruz, propia o ajena, encontrar no tanto respuestas claras sino confianza en Dios, como Abrahán, que no entiende pero se fía de Él. Para llenar nuestra “reserva de fe”, estos días, mirando a Jesús en la Cruz, podemos hacer oración con las palabras de san Pablo en la 2ª lectura: Si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?
ACTUAR:
En estas ocasiones en que nos parece que Dios no está, y nos viene la duda y la desconfianza, echemos mano de nuestra “reserva de fe”, recordemos que Él ha pasado por la prueba del dolor y, por su resurrección, ahora está ahí, acompañando a quienes ahora pasan por ella. Y que la última palabra la tendrá Él.
Jesús, con su transfiguración, nos muestra la gloria que nos aguarda más allá de las cruces de este mundo. Pidámosle que sepamos tener llena nuestra “reserva de fe” para, como Abrahán, confiemos en Él también en las situaciones de dolor, propias o ajenas, aunque a veces no entendamos su proceder o no encontremos la respuesta que nos gustaría a nuestras preguntas.