Sentir y consentir

VER:
Algunas personas se sienten mal porque ‘tienen tentaciones’. Un director espiritual del Seminario siempre nos decía que ‘una cosa es sentir, y otra cosa es consentir’. ‘Sentir’ es percibir impresiones de tipo interno o externo; sentir forma parte de la naturaleza humana porque estamos dotados de sentidos corporales (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y también de sentimientos. Por eso, ‘sentir’, por sí solo, no es pecado, es algo que percibimos involuntariamente, mientras que ‘consentir’ es permitir algo conscientemente, recrearnos y esto ya requiere un acto de la propia voluntad.
JUZGAR:
En sentido cristiano y de forma resumida, la tentación es una incitación a apartarnos de Dios. En este primer domingo de Cuaresma hemos contemplado a Jesús que “se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás”. Los Evangelios de san Mateo y san Lucas nos han transmitido tres tipos de tentaciones que sintió Jesús, su diálogo con el diablo… y por eso otros años hemos profundizado en el significado de esas tentaciones. El evangelista san Marcos es muy escueto pero nos transmite lo fundamental: que Jesús, como verdadero hombre, sintió la tentación de no ser fiel a la voluntad del Padre, más aún en una situación de prueba como es el desierto. Y contemplar a Jesús “siendo tentado” nos ayuda a vivir mejor la conversión a la que Jesús nos llamó al comenzar la Cuaresma.
San Marcos nos dice que “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. Jesús se deja guiar a ese lugar inhóspito, confía en que el Espíritu estará ahí en todo momento. ¿Nos fiamos de esa presencia del Espíritu en nuestra vida, incluso cuando nos sentimos atravesando un desierto espiritual?
A pesar de esa presencia del Espíritu, Jesús ‘sintió’ tentaciones, lo mismo que la sentimos nosotros, y por Él podemos tener la certeza de que ‘sentir’ la tentación no es pecado.
El hecho de que san Marcos no especifique qué tentaciones sintió Jesús nos ayuda a entender que la tentación de apartarnos de Dios puede presentarse de muchas formas o por cualquier motivo.
Al decir que estuvo “siendo tentado” a lo largo de esos cuarenta días nos está indicando que la tentación es algo continuo, que no se limita a unos momentos o situaciones determinadas. A lo largo de toda nuestra vida nos encontraremos con la tentación de apartarnos de Dios, de rechazar su camino.
Jesús ‘sintió’ la tentación de no ser fiel a la voluntad del Padre, pero no ‘consintió’ en ella. Y Él nos enseñó a orar, para que cada día pidamos a nuestro Padre del cielo ‘hágase tu voluntad’ y ‘no nos dejes caer en la tentación’ de apartarnos de Él.
San Marcos también nos transmite que Jesús “después se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios”. El mismo Espíritu que lo empujó al desierto es ahora quien lo ‘empuja’ con fuerza para que cumpla la misión que el Padre le ha encomendado. Nosotros, aunque sintamos la tentación, al no consentir en ella nos sentiremos también ‘empujados’ por el Espíritu a continuar la misión de Jesús, que es seguir proclamando, de palabra y de obra, que “está cerca el Reino de Dios”.
ACTUAR:
¿Tengo remordimientos por sentir tentaciones? ¿Entiendo la diferencia entre ‘sentir’ y ‘consentir’? ¿Me conforta contemplar a Jesús siendo tentado? ¿Tengo en cuenta que la tentación puede ser de muchas formas, y que se va a presentar durante toda la vida? ¿Confío en que el Espíritu está siempre presente? ¿Me siento ‘empujado’ a continuar la misión evangelizadora?
La tentación es una prueba para comprobar nuestra fe, y Satanás es lo opuesto a Dios. Como hemos visto que ocurrió a Jesús, es precisamente en los ‘desiertos’ de la vida, en las dificultades, en las circunstancias y ambientes opuestos a Dios, donde sentimos la tentación de apartarnos de Dios. Y, al sentir la tentación, podemos consentirla, o salir fortalecidos.
Una tentación que seguro vamos a sentir será la de dejar pasar la Cuaresma sin dejarnos interpelar por el Señor, pensando en las fiestas de fallas o en las vacaciones de Semana Santa y de Pascua.
La vida cristiana consiste en seguir a Jesús, y a menudo atravesamos etapas de desierto, pero no estamos solos: nos acompaña su Espíritu para que sintamos pero no consintamos la tentación.
Dejémonos ‘empujar’ por el Espíritu durante la Cuaresma, para que nuestros pasos nos llevan hacia la meta de vida eterna que Jesús, con su muerte y resurrección, abrió para todos.