¿Rechazamos o respondemos?

VER:
Cuando recibimos una llamada en el móvil, y es un número desconocido, dudamos entre responder o no. Puede que sea alguien que necesita realmente ponerse en contacto con nosotros, pero normalmente tememos que sea una llamada comercial para vendernos algo o proponernos que cambiemos de compañía telefónica o eléctrica… Por eso, a menudo no respondemos, o bloqueamos directamente ese número; pero nos queda la duda de si sería una llamada comercial o si sería alguien que necesitaba de verdad hablar con nosotros.
JUZGAR:
Hoy en la Palabra de Dios hemos escuchado unas llamadas. No son llamadas comerciales pero sí son llamadas ‘masivas’, generales, dirigidas a un gran número de personas. En Nínive, Jonás “empezó a recorrer la ciudad”; san Pablo se dirige a la comunidad cristiana de Corinto; y Jesús “se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios”.
Estas llamadas no son para vendernos algo, sino para darnos a conocer una noticia muy importante. Jonás proclamaba: “Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada”. San Pablo afirmaba: “la representación de este mundo se termina”. Y Jesús decía: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios”.
Estas llamadas no son algo que ocurrió en un pasado: hoy, aquí, ahora, recibimos esa misma llamada. Aunque con llamadas generales, también cada uno de nosotros, en particular, nos sentimos interpelados y nos corresponde responder o rechazar estas llamadas.
Quizá el primer impulso sea rechazarlas, pensando: ‘Más profetas de catástrofes anunciando el fin del mundo’. O bien: ‘Eso del Reino de Dios me suena a cuento para críos o gente inculta’. Pero ambas llamadas son una invitación a contemplar nuestra realidad. Y no es ser un ‘profeta de catástrofes’ afirmar que, si seguimos como hasta ahora, nuestra vida, tal como la conocemos, “será arrasada” y que “la representación de este mundo se termina”, tanto por temas climáticos como por conflictos sociales, políticos y económicos, así como por el egocentrismo que crece de forma desmesurada.
Por eso mismo, Jesús nos dice que “está cerca el Reino de Dios”, pero necesitamos descubrir los signos de su presencia para ayudarlo a crecer frente a la amenaza de destrucción.
Si respondemos a la llamada que hoy nos hace la Palabra de Dios, supone llevar a la práctica lo que Jesús nos ha pedido: “Convertíos y creed en el Evangelio”. La conversión es mucho más que ‘buenos propósitos’, como los de comienzo de año, que luego se olvidan; la conversión, para que sea verdadera respuesta a Dios, es ‘volvernos hacia Él’, poner toda nuestra vida ‘de cara a Él’.
Y ‘creer en el Evangelio’ es mucho más que ‘saber’ intelectualmente el Evangelio; para que sea verdadera respuesta a Dios, ‘creer en el Evangelio’ es hacerlo vida, aplicarlo a nuestra vida en la práctica y de un modo efectivo. Es lo que hicieron los ninivitas: “Creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor”. Responder a la llamada de Dios conlleva que todos en la Iglesia ‘ayunemos’ con decisión de lo que se opone al Reino de Dios, y que la austeridad en lo material y en lo personal sea uno de nuestros distintivos, rechazando el consumismo y el deseo de sobresalir y viviendo con más sencillez y desde el servicio a los demás.
ACTUAR:
¿Cómo reacciono cuando recibo una llamada de un número desconocido, respondo o la rechazo? ¿En alguna ocasión, si he respondido, me ha merecido la pena? ¿Cómo reacciono ante la llamada que hoy nos ha hecho Dios? ¿Estoy dispuesto a responder o, siendo sincero, la voy a rechazar?
La llamada de Dios es ‘masiva’, pero también individualizada: Dios quiere hablar con todos en general y con cada uno de nosotros en particular, ‘de tú a tú’. Por eso Jesús, “pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, echando las redes en el mar, a Santiago y a su hermano Juan repasando las redes… los llamó”. Hoy Jesús también pasa por aquí, nos ve en nuestras ocupaciones y trabajos cotidianos, y también nos llama, personalmente, por nuestro nombre: “Venid en pos de mí...”. Como decía san Pablo: “el momento es apremiante”. No rechacemos la llamada de Jesús y, como los primeros discípulos, marchemos en pos de Él, ‘convirtámonos y creamos en el Evangelio’ de un modo decidido y efectivo, para que el Reino de Dios esté cada vez más presente en este mundo.