Epifanía desapercibida

VER:
Normalmente, cuando un rey se desplaza oficialmente a algún sitio, se nota: se anuncia previamente, quizá se engalanen las calles o se ponga alguna pancarta alusiva al motivo de su visita, se corta el tráfico, hay controles y medidas de seguridad… Pero otras veces, cuando no es por un motivo oficial, sus desplazamientos pasan desapercibidos para la gente y sólo los conocemos si algún medio de comunicación lo dice posteriormente, quizá publicando alguna fotografía.
JUZGAR:
Dentro del tiempo de Navidad, estamos celebrando la fiesta de la Epifanía o, como se llama popularmente, ‘de los Reyes Magos’. Con motivo de esta fiesta, en la mayoría de pueblos y ciudades se organizan cabalgatas, algunas muy esplendorosas, en las que participa mucha gente, con carrozas, vestimentas lujosas, reparto de caramelos, fuegos artificiales… Todo el mundo se entera.
Pero, como estamos viendo estos días, la verdadera Navidad nos puede pasar desapercibida porque la “tapamos” con todos los elementos externos con que la hemos adornado, hasta el punto de ocultar su dimensión religiosa. Y eso nos puede pasar con el significado de la fiesta de hoy.
Porque la fiesta de hoy es la Epifanía, una palabra que significa ‘manifestación’ o ‘revelación’. Hoy celebramos que Dios manifiesta a su Hijo a toda la humanidad, sin excepción. Jesús, el Mesías, nace para traer la salvación a todos; no sólo para el pueblo de Israel, como se esperaba; la Epifanía amplía la salvación de Dios para todos, de cualquier raza y cultura, representados en esos Magos de Oriente, como expresaba san Pablo en la 2ª lectura: «También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio».
Y, sin embargo, algo tan grande y revolucionario que rompe barreras y fronteras pasó bastante desapercibido, y así lo vemos en el Evangelio que acabamos de escuchar:
La estrella que señalaba el nacimiento del Mesías estaba visible para todos, pero para todos pasó desapercibida; sólo unos Magos de Oriente se dan cuenta de su presencia y de lo que significa: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
A Herodes y a los ciudadanos de Israel también les había pasado totalmente desapercibido el nacimiento del Mesías, por eso, «al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él». Tuvieron que ser unos gentiles quienes les indicaran el cumplimiento de la profecía que los israelitas conocían desde antiguo: «así lo ha escrito el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel’”.
Y a continuación se confirma lo que hemos estado diciendo estos días: que el nacimiento de Jesús pasó totalmente desapercibido para la mayoría de la gente, salvo para los pastores que recibieron el anuncio del ángel. Y así, cuando los Magos entraron en una casa cualquiera de la pequeña población de Belén, lo que encontraron algo muy común y normal: un niño con su madre.
Pero el hecho de que la situación fuera algo tan ‘normal’, tan cotidiana, no le quita nada de la grandeza extraordinaria que encierra. Los Magos saben que han encontrado al que buscaban, y por eso, «cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra». Éstos no son unos regalos elegidos al azar; tienen un significado profundo, porque suponen un reconocimiento de Quién es ese Niño, aparentemente tan normal: oro por ser Rey; incienso por ser Dios, y mirra por la pasión y muerte que sufrirá para salvar a todos, judíos y gentiles.
ACTUAR:
¿Entiendo el sentido y el alcance de la fiesta de hoy, o me pasa desapercibido? ¿Cómo acojo a quienes, se van incorporando a mi comunidad parroquial, asociación, movimiento…? ¿Vivo con normalidad que haya personas de diferentes razas y culturas?
La dimensión cristiana de esta fiesta pasa desapercibida para la gran mayoría, sólo centrados en los regalos. Que no nos ocurra eso a nosotros, sintámonos como los Magos, y adoremos al Hijo de Dios, manifestado en un Niño. Y después, también como los Magos, volvamos a nuestros quehaceres pero «por otro camino», desapercibidos para la mayoría del mundo, pero mostrando con obras y palabras que hemos encontrado al Dios que nace para la salvación de todos.