Cristo tiene que reinas

VER:
Uno de los significados de la palabra ‘reinar’ es que algo prevalezca sobre lo demás, extendiéndose. Y desde hace unos años vemos que en nuestro mundo reina cada vez más el caos. Sería largo enumerar los acontecimientos que lo demuestran: guerras, cambio climático, hambre, crisis económicas, sociales, políticas, migratorias, de refugiados… Muchos de los principios y valores que sostenían la vida de las personas son cuestionados, ignorados o directamente rechazados. Todo esto provoca que también en nosotros reine el miedo, el desconcierto, la incertidumbre, parece que ya no hay nada seguro sobre lo que cimentar nuestra vida.
JUZGAR:
En esta sensación de caos, hemos llegado al final del año litúrgico, y celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, instituida por el Papa Pío XI en la encíclica ‘Quas primas’ (1925). En ella dice que Cristo «públicamente confirmó que es Rey (Jn 18, 37) en presencia del gobernador romano, pero manifestó que su reino no era de este mundo. Por eso, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó esta vana imaginación y esperanza. Y, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, El rehusó tal título de honor».
Sin embargo, «ha sido costumbre llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias, en las voluntades y en los corazones de las personas. Y si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia».
De ahí la llamada que san Pablo ha hecho en la 2ª lectura: “Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies”. Los enemigos de Cristo son todas las formas en las que el mal se manifiesta. Por eso, frente al reinado del caos, del desconcierto, de la incertidumbre, «no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo».
¿Cómo podemos hacer que Cristo reine? El primer paso es dejar que reine en nosotros, como decía Pío XI, cuidando la oración, la participación en la Eucaristía y los demás Sacramentos, siguiendo un itinerario de formación cristiana, en los Equipos de Vida, para saber dar razón de nuestra esperanza…
Y el siguiente paso, consecuencia necesaria de éste, nos lo ha dicho Jesús en el Evangelio, con la parábola del juicio final. Hacemos que Cristo reine cada vez que damos de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedamos al forastero, vestimos al desnudo, visitamos al enfermo y encarcelado… Traduzcamos estas palabras a nuestra vida cotidiana, y descubriremos cuántas ocasiones tenemos de llevarlas a la práctica en nuestra familia, trabajo, amigos, vecinos, parroquia… Aunque nos parezca poca cosa o no seamos conscientes de ello (“¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”), cada vez que actuamos así estamos extendiendo el reinado de Cristo porque “cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
ACTUAR:
¿Experimento que cada vez más reina el caos, la incertidumbre, el miedo? ¿Qué reina en mí? ¿Dejo que Cristo reine en mi inteligencia, voluntad y corazón? ¿Qué hago para extender su reino en el mundo? ¿Descubro ‘hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos…’ en mi entorno?
Jesús también nos advertía en la parábola: “lo que no hicisteis con uno de éstos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y el Papa Pío XI, ya en 1925, denunciaba «la apatía de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios cobren mayor temeridad y audacia». De ahí la segunda llamada que hoy nos hace el Señor: cada vez que no llevamos a la práctica nuestra fe, cada vez que nos dejamos llevar por la pasividad, la comodidad… estamos favoreciendo que reine más el caos.
La Solemnidad de hoy, culminación de todo lo que hemos estado orando y reflexionando a lo largo de estos meses, nos recuerda que “Cristo tiene que reinar”. Que el nuevo año litúrgico que vamos a iniciar sea una oportunidad para que Cristo reine en nuestra inteligencia, voluntad y corazón y, por nuestras palabras y obras, se extienda su Reino frente a todas las formas del mal que encontramos.