Con Jesús, solo

VER:
Dentro del ambiente festivo, propio del mes de agosto, hoy se celebra la Transfiguración del Señor, y se hace fiesta en muchas localidades. Es muy común, en poblaciones pequeñas, que estos días acudan quienes, por diferentes motivos, han tenido que irse a vivir a otro lugar. Se nota un ambiente distinto, más movimiento en las calles, hay eucaristías, procesiones y otros actos piadosos, comidas familiares o de grupos de amigos, feria y verbenas… Algunas personas de las que residen siempre allí suelen comentar que, una vez ha pasado el verano, cuando todo vuelve a la normalidad, notan mucho el cambio: “Volvemos a quedarnos solos”.
JUZGAR:
El Evangelio de hoy nos transmite la experiencia vivida por Pedro, Santiago y Juan: dejan de lado lo cotidiano y suben con Jesús a un monte alto y allí se nota un ambiente distinto: Jesús se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Él. La experiencia es tan gratificante que Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!” E incluso una nube los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo.” La Transfiguración es un momento muy intenso, pero breve; al poco, al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
En nuestra vida de fe también tenemos experiencias de Transfiguración, que se producen de un modo inesperado, tanto en momentos ordinarios como extraordinarios: quizá estamos participando en una Eucaristía, o en una oración o retiro; a lo mejor al leer un libro o escuchar una charla; también en un encuentro, procesión, romería… La experiencia de transfiguración no es fácil de describir: de pronto sentimos “algo” que nos llena el corazón, que ilumina nuestro pensamiento, nos sentimos muy bien, incluso emocionados, sentimos que se despierta o aviva en nosotros el deseo de Dios, de acercarnos más a Él, nos vemos capaces de asumir algún compromiso…
Pero, igual que ocurrió a Pedro, Santiago y Juan, la experiencia de Transfiguración es breve. Y una vez pasa ese “fulgor”, nos pasa lo mismo que a ellos: “no vemos a nadie más que a Jesús, solo”.
La experiencia de Transfiguración no consiste sólo en sentirnos “en la gloria”; también forma parte de esta experiencia saber estar con Jesús, solo: sin exaltaciones, sin “sentir” nada especial.
Y esto ya nos cuesta más: porque estar con Jesús, solo, conlleva asumir todo lo que Él es y anunció. Jesús les hace ser testigos de su gloria para que mantengan la esperanza porque, como indica el evangelista san Mateo, antes de narrar la Transfiguración, Jesús les había hecho el primer anuncio de su Pasión: comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. (Mt 16, 21) Y también la reacción de Pedro ante este anuncio: se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». (16, 22) Y la respuesta de Jesús: «tú piensas como los hombres, no como Dios». (16, 23) Estar con Jesús, solo, es aprender a “pensar como Dios”, estar dispuestos a cambiar nuestros esquemas, nuestra escala de valores, aunque eso nos acarree contratiempos y sinsabores.
Porque Jesús continúa diciendo: El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. (16, 24) Ser cristiano es seguir a Jesús, y el seguimiento de Jesús no consiste sólo en las experiencias de Transfiguración. Seguir a Jesús es también estar con Jesús, solo; es aprender a negarse a uno mismo, a los propios intereses, al propio tiempo, con todo lo que eso significa; es estar dispuesto a “cargar con la cruz” como Jesús la llevó, tanto la propia cruz como ayudando a otros a llevar su cruz, una cruz hecha de personas, situaciones, problemas… a veces muy duros.
ACTUAR:
¿He tenido alguna experiencia de Transfiguración? ¿Supuso algún cambio en mi vida? ¿Sé estar con Jesús, solo, sin experimentar nada especial? ¿Estoy dispuesto a dejarme transformar por Él?
Vivir alguna experiencia de Transfiguración es una llamada a aprender a estar con Jesús, solo; pero no de un modo pasivo. Es estar con Él solo para conocerle mejor, para amarle más y así poder seguirle con mayor fidelidad, en los momentos luminosos, en lo rutinario, y cuando la cruz se hace particularmente presente, para poder compartir con Él la gloria que hoy nos ha mostrado.