Mirada de futuro

VER:
Una de las quejas hacia los políticos de cualquier signo es que no suelen tener “mirada de futuro”: generalmente programan sus planes y proyectos “a cuatro años vista”, hasta las siguientes elecciones. Pero hay necesidades sociales y grandes proyectos que requieren empezar a prepararlas ya para que lleguen a hacerse realidad, aunque tarden un plazo largo de tiempo en realizarse.
JUZGAR:
También nosotros necesitamos tener “mirada de futuro”, y aprender a ver más allá de lo inmediato o a corto plazo, porque tenemos un gran proyecto entre manos: nuestra propia vida.
El ser humano no nace con la vida “hecha”, la tenemos que ir construyendo; y esto requiere ir más allá de lo inmediato y también aceptar la lentitud del crecimiento. Y es cierto que una buena parte del tiempo la necesitamos para cubrir nuestras necesidades más inmediatas o urgentes, pero no debemos limitarnos a esto. El Señor nos invita a tener «mirada de futuro», con una expresión que ya apareció el domingo pasado y hoy ha vuelto a aparecer: al final de los tiempos. Muchas veces, desde una interpretación literal de las palabras e imágenes la rodean, esta expresión la hemos entendido en un sentido catastrófico, o como un juicio condenatorio, algo que nos provoca temor.
Pero no es ése su verdadero sentido. La semana pasada, con la parábola del trigo y la cizaña y la siega, y esta semana, con la comparación con una cesta repleta de peces que luego son separados en malos y buenos, Jesús nos está haciendo una llamada a la esperanza: aunque ahora bien y mal se encuentran casi siempre mezclados, el poder del mal no tendrá la última palabra. Al final de los tiempos tendrá lugar la separación definitiva entre el bien y el mal; al final de los tiempos tendrá lugar la victoria del bien y la derrota del mal.
Por eso necesitamos tener una «mirada de futuro», porque al final de los tiempos se cumplirá nuestra esperanza de plenitud, de felicidad, de vida eterna en el Reino de los Cielos. Éste es el tesoro escondido, la perla preciosa que, gracias a Jesús, hemos encontrado. Por eso, tener una «mirada de futuro» requiere que tomemos en serio nuestra vida y que seamos responsables ya desde ahora.
Para formar nuestra «mirada de futuro», podemos hacer nuestra la experiencia del rey Salomón, que hemos escuchado en la 1ª lectura. Cuando el Señor le dijo: “Pídeme lo que deseas que te dé”, él pidió un corazón atento para discernir entre el bien y el mal. Tener «mirada de futuro» es un ejercicio permanente de discernimiento, de búsqueda de la voluntad de Dios en nuestro día a día, para que el gran proyecto que es nuestra vida llegue a hacerse realidad al final de los tiempos.
Y desde ese discernimiento tendremos que hacer opciones y aprender a dejar de lado cosas valiosas para nosotros, y nos costará hacerlo. Pero las dejaremos no porque sean malas, sino porque no se pueden comparar con el Tesoro que hemos encontrado, y merece la pena dejarlas y así alcanzar el Reino de los cielos al final de los tiempos.
ACTUAR:
¿Tengo «mirada de futuro», o me centro en mis intereses y necesidades a corto plazo? ¿Entiendo mi vida como un gran proyecto que requiere tiempo para realizarse? ¿Qué significa para mí la expresión al final de los tiempos? ¿Pido al Señor saber discernir entre el bien y el mal? ¿De qué me cuesta más desprenderme?
Para los que creemos en Jesucristo y queremos seguirle, tener «mirada de futuro» es tener esperanza, una esperanza nos exhorta a la conversión, a la vigilancia y al seguimiento fiel de Cristo aquí y ahora, haciendo cada vez más presente la justicia, la verdad y el amor en nuestro mundo.
Es cierto que bien y mal se encuentran mezclados, fuera y dentro de nosotros; es cierto que hay momentos difíciles, dolorosos, de oscuridad. Pero tener «mirada de futuro» nos enseña a descubrir lo que san Pablo ha dicho en la 2ª lectura: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien.
Que el Espíritu Santo nos conceda, como al rey Salomón, un corazón atento para discernir entre el bien y el mal, para descubrir el tesoro escondido, la perla de gran valor, que nos enseñe a tener «mirada de futuro» y nos dé su fuerza para seguir ya ahora a Jesucristo con fidelidad, porque al final de los tiempos no encontraremos el vacío, sino la plenitud en el Reino de los Cielos.