Todo el mundo no es bueno

VER:
A comienzos de los años 80, el director de cine Manuel Summers rodó la película “Tó er mundo é güeno”, en la que, con cámara oculta, grababa a ciudadanos anónimos y sus reacciones ante situaciones disparatadas, para mostrar que las personas tienen un fondo de buena voluntad, de ahí el título de la película. Pero la realidad nos demuestra que no todo el mundo es bueno, que hay personas “malas”. Y no sólo hay que fijarse en figuras conocidas de la historia pasada y presente: en nuestro ámbito más próximo encontramos personas que, de muchas formas, hacen el mal intencionadamente, a veces provocando grandes sufrimientos en otras personas.
JUZGAR:
El domingo pasado, con la parábola del sembrador, nos preguntábamos por qué la Palabra de Dios parece caer en el vacío, sin producir ningún cambio o transformación, y vimos que el problema no era de la Palabra, que es la semilla, sino de la tierra que la recibe, que somos cada uno de nosotros.
Y esta semana, continuando la misma línea, con la parábola del trigo y la cizaña, el Señor nos invita a profundizar en la realidad de la presencia del mal en el mundo: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña? Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.
Con esta parábola, el Señor nos enfrenta con el misterio del mal, porque “la existencia del mal, de lo maligno, destructor, perverso, monstruoso, absurdo, y también de lo diabólico, es una realidad de la experiencia humana” (Catecismo Alemán para Adultos, pg. 117). Ante los ejemplos de maldad que sufrimos por parte de algunas personas, tanto en lo más cercano y personal como en el plano internacional, nos preguntamos: ¿Cómo pueden actuar así? ¿De dónde sale el mal que llevan a cabo las personas?
Y aunque la tendencia lógica es buscar las causas o intereses que puedan impulsarles a hacer el mal, en muchas ocasiones ese mal “no es sólo expresión y consecuencia de la libertad humana” (Íd). Nuestra mentalidad racionalista nos hace olvidar que hay un poder misterioso, ése que Jesús ha llamado el enemigo. Y por eso “el cristiano ha de estar vigilante para descubrir la acción de esas fuerzas malignas. No siempre es fácil distinguirlas: en el mundo donde vive el hombre y en su propio corazón, las malas hierbas –la cizaña- están mezcladas con el buen trigo”. (Catecismo “Ésta es nuestra fe”). Por eso, no todo el mundo es bueno, porque como ha dicho Jesús, la cizaña son los partidarios del Maligno, hay personas dispuestas a sembrar el mal.
Cuando constatamos y sufrimos el mal, la “cizaña”, nuestra primera reacción es “arrancarla”, y nos preguntamos por qué Dios permite que el mal crezca y se expanda. Y por eso la 1ª lectura nos decía: Tú, dueño del poder, juzgas con moderación… El Dios Todopoderoso nos enseña que, ante el misterio del mal, no debemos empeñarnos en arrancarlo o segarlo violentamente, porque al arrancar la cizaña podríais arrancar también el trigo. La violencia afectaría también negativamente a la buena semilla, que son los ciudadanos del Reino.
Por eso Dios nos dice: Dejadlos crecer juntos hasta la siega. Pero este “dejar crecer” no significa no hacer nada frente al mal, o contemporizar con quienes lo provocan. Hay que esforzarse por eliminar el mal pero no de manera violenta, queriendo arrancarlo de raíz, porque si nos dejamos llevar por la violencia, el mal, la cizaña, también habrá vencido en nosotros.
Jesús nos invita a seguir sembrando la buena semilla del Evangelio confiando en su propia fuerza, aunque nos parezca que abunda más la cizaña e incluso que ahoga la buena semilla, puesto que el reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas… y también se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.
ACTUAR:
¿Soy de los que creen que todo el mundo es bueno? ¿He conocido a personas malas? ¿Reconozco que hay fuerzas malignas que provocan destrucción? ¿Quisiera poder arrancar de raíz la cizaña? El que quiera ser seguidor de Jesús debe vencer al mal a fuerza de bien (cfr. Rm 12, 21), para reflejar el estilo de Dios que Jesús nos mostró, porque actuando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos una buena esperanza, porque concedes el arrepentimiento a los pecadores. Jesús nos invita a no erigirnos en segadores sino en sembradores, creyendo y confiando en el poder de Dios que, con su perdón infinito ofrecido a todos, puede transformar lo que hoy es cizaña en buen trigo.