Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía VI de Pascua-A

Obras son amores…

VER:

Un refrán muy conocido es: “Obras son amores y no buenas razones”, cuyo primer significado es que, cuando se ama a alguien, no basta con decirlo de palabra, por muy románticas que sean, hay que demostrarlo con hechos. En general, se suele utilizar este refrán para referirse a personas que de palabra quedan muy bien, con grandes discursos y promesas, pero luego sus palabras no se concretan en acciones que realicen y prueben lo que están diciendo.

JUZGAR:

Este refrán también se aplica a nuestra vida como discípulos y apóstoles de Cristo Resucitado y es a la vez una denuncia de la hipocresía y una llamada a la coherencia y a la santidad. No basta con afirmar de palabra nuestra fe en Él: esa fe hay que visibilizarla con obras.

Es lo que hacía el diácono Felipe, como hemos escuchado en la 1ª lectura: Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo. Felipe no se limita a “predicar”, sino que demostraba su predicación de palabra con hechos visibles: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban.

El ejemplo del diácono Felipe es una llamada para nosotros: estamos saturados de palabras, hay exceso de canales por los que nos llegan mensajes piadosos con bonitas imágenes, invitaciones a la confianza en Dios, oraciones con un lenguaje muy devoto, bendiciones… pero demasiadas veces faltan las obras que corroboren todo eso que tan fácil e irreflexivamente se difunde.

En la 2ª lectura, san Pedro decía: Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza. Pero ese “dar razón de nuestra esperanza” no puede consistir sólo en “palabras”, en “buenas razones”, repitiendo fórmulas y contenidos de fe, como ya advirtió el Papa Francisco en “Evangelii gaudium”: “Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen. La idea desconectada de la realidad origina idealismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan”. (231-232)

Por eso, como “obras son amores y no buenas razones”, “lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. El criterio de realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la evangelización. Este criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que esa Palabra sea fecunda”. (232-233)

A la hora de dar razón de nuestra esperanza, hay mucha diferencia entre quedarnos sólo en “buenas razones”, y ofrecer también “obras que son amores”, la hemos visto en la 1ª lectura. La consecuencia de la predicación de Felipe fue que la ciudad se llenó de alegría, mientras que “no poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos que no dan fruto”. (233)

ACTUAR:

¿En qué ocasiones o ante qué personas he utilizado el refrán “Obras son amores y no buenas razones”? ¿Procuro cumplir yo este refrán, me esfuerzo en la coherencia entre mis palabras y acciones? ¿Cómo predico a Cristo Resucitado, cómo doy a otros razón de mi esperanza? ¿Suelo difundir por redes sociales o mensajería instantánea palabras y mensajes piadosos, oraciones, etc.? ¿Pongo en práctica, en hechos concretos, eso que difundo de palabra?

En nuestra vida como cristianos es más fácil y cómodo, y menos arriesgado, limitarnos a transmitir “palabras” que suenan bien pero que no nos comprometen realmente. Sin embargo, como advierte el Papa, sólo las palabras no dan fruto.

Como “obras son amores y no buenas razones”, para que podamos dar razón de nuestra esperanza de un modo fructífero, el Señor nos ha dicho en el Evangelio: Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. No os dejaré huérfanos.

El Espíritu Santo, como veremos en Pentecostés, es el protagonista de la misión evangelizadora, el que nos capacita para dar “buenas razones” de nuestra esperanza, poniendo en nuestros labios las palabras adecuadas; y, a la vez, dándonos la luz y la fuerza para “encarnar” esas palabras, para realizar las “obras que son amores”, y que darán fruto porque visibilizan la fe que predicamos.

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