Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía III de Cuaresma-A

Surtidores

VER:

Un surtidor es un chorro de agua que brota o sale. Uno de los espectáculos de la ciudad de Las Vegas es contemplar el espectáculo de las fuentes de un conocido hotel, cuyos surtidores funcionan al compás de la música, cambiando de forma e intensidad. Las fuentes con surtidores se instalan en parques y jardines, porque su vista y su sonido son un signo de vida, y resultan agradables y relajantes. Pero los surtidores no tienen sólo una función decorativa, también se instalan surtidores para poder beber, para el riego, o para repostar combustible en los vehículos automóviles.

JUZGAR:

En el Evangelio hemos escuchado el encuentro de Jesús con una mujer de Samaría, junto al pozo de Jacob. Aunque ambos ofrecen agua, un pozo es lo contrario de un surtidor: el pozo contiene el agua y requiere esfuerzo: hay que ir a sacarla, como hacía la samaritana; y, además, hace falta un cubo, porque los pozos suelen ser hondos y el agua no está al alcance de la mano. Los surtidores, por el contrario, no requieren que se haga ningún esfuerzo: el agua brota sola.

Y Jesús aprovecha este ejemplo y la realidad de la necesidad de beber para darse a conocer a la samaritana y, por medio de ella, a la gente de su pueblo y también a nosotros.

Ambos comienzan hablando del agua y de la sed común; Jesús le dice: “Dame de beber”. Y ella continúa en la misma línea: ¿Cómo tú, siendo judío me pides de beber a mí, que soy samaritana? Pero, a partir de ahí, Jesús cambia el sentido tanto del agua como de la sed: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva”. El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed. Jesús le y nos está diciendo que el ser humano no puede contentarse con el “agua común”, con cubrir sus necesidades básicas, porque el ser humano es un ser “sediento” de algo que trasciende lo material: está sediento de amor, de felicidad… y esta “sed” sólo puede saciarse con el agua viva que Dios nos ofrece como don suyo.

Más aún, Jesús continúa diciéndole: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. El agua viva que el Señor nos ofrece no es algo difícil de alcanzar, para lo que se requieren conocimientos o herramientas especiales. Ni siquiera hay que buscarla, porque es un surtidor que brota dentro de nosotros mismos para poder saciar nuestra “sed” en todo momento. Por eso, no es de extrañar la respuesta de la samaritana: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

Pero ese surtidor que el Señor hace brotar en nosotros tiene un efecto secundario: el agua viva no es para almacenarla dentro de nosotros, como si fuéramos pozos, sino que nos convierte también en surtidores. La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente… Ella no hace grandes esfuerzos por convencer a la gente, simplemente les cuenta su experiencia de encuentro personal con el Señor (me ha dicho todo lo que he hecho) y les invita (Venid a ver). Y, como se nota que en ella ya está brotando el surtidor de agua viva, en aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en Él por el testimonio que había dado la mujer, y despertó en ellos el deseo de encontrarse también con el Señor (le rogaban que se quedara con ellos). Y todavía creyeron muchos más por su predicación, convirtiéndose a su vez en nuevos surtidores de agua viva: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo.

ACTUAR:

¿Me conformo sobre todo con cubrir mis necesidades materiales? ¿De qué más tengo “sed”? ¿Dónde y cómo busco el agua viva que el Señor nos ofrece? Y, si he encontrado esta agua, ¿soy “pozo”, me la guardo para mí, o soy “surtidor” y la ofrezco a otros con mi testimonio?

Como hemos dicho, los surtidores no son sólo decorativos, tienen diferentes usos que afectan a nuestras necesidades básicas. El surtidor de agua viva que el Señor hace brotar dentro de nosotros no es algo “decorativo”, accesorio en nuestra vida: sacia nuestra “sed” de amor, de felicidad, de sentido, es el “combustible” que nos mueve cada día. No seamos “pozos”, no nos guardemos esta agua para nosotros viviendo la fe de modo individualista; seamos surtidores, como la samaritana, para que otros “sedientos”, por nuestro testimonio, puedan encontrar el agua viva del Señor.

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