El primer paso: reconocer el problema

VER:
Cuando alguien tiene un problema, siempre suele decirse que el primer paso es que la persona reconozca que tiene un problema; si no lo reconoce, no podrá afrontarlo convenientemente. Sin embargo, no es fácil: reconocer que tenemos un problema significa reconocer que no somos tan buenos, tan listos, tan hábiles como nos creemos o como aparentamos ante los demás, que tenemos carencias, que cometemos fallos, y esto no nos gusta ni es agradable. Y, por eso, nos cuesta reconocer que tenemos un problema: unas veces, porque nos da vergüenza pedir ayuda; otras veces, porque pensamos que no vamos a poder cambiar y que no merece la pena intentarlo; otras veces, dejamos pasar el tiempo pensando que ese problema acabará desapareciendo. Pero no es así: cuando los problemas no se afrontan bien, lo que hacen es crecer y agravarse cada vez más.
JUZGAR:
Hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos el tiempo de Cuaresma, este camino que nos va a llevar al núcleo de nuestra fe, la Semana Santa, con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. La Cuaresma se caracteriza por ser un tiempo litúrgico “fuerte” en el que se hace una especial llamada a la conversión, y tiene unas prácticas penitenciales propias como son oración, ayuno, abstinencia…
Pero la liturgia de este día nos indica algo fundamental: el primer paso del camino cuaresmal es reconocer que tenemos un problema: somos pecadores. Si no reconocemos esto, no seremos capaces de afrontar convenientemente la Cuaresma y se quedará en una serie de prácticas y devociones externas pero que no nos van a aportar nada y seguiremos igual que antes.
El Salmo 50 nos ofrece las palabras adecuadas para dar ese primer paso: Misericordia, Dios mío… borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa… El salmista no esconde su realidad ni busca excusas: ante Dios tiene que ser sincero y reconocer que es pecador.
Si somos capaces de hacer nuestras estas palabras, si reconocemos sinceramente que somos pecadores, entonces cobrarán verdadero sentido las llamadas que hemos escuchado en la 1ª lectura: convertíos a mí de todo corazón… y en la 2ª: En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Pero, además de reconocer que es pecador, el salmista reconoce que, por sí mismo, no puede cambiar y por eso, con humildad pero con confianza, se vuelve hacia Dios, busca ayuda en Él: Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme… afiánzame con espíritu generoso…
Tras el primer paso que es reconocer que somos pecadores, también nosotros tenemos que “convertirnos”, que es un “volvernos hacia Dios” y ponernos con confianza en sus manos.
Y los medios e instrumentos con los que Dios trabaja con y en nosotros para que nos convirtamos, para que nos volvamos más hacia Él, son los que hemos escuchado en el Evangelio: la limosna, la oración y el ayuno. Unos medios e instrumentos que, si hemos dado el primer paso reconociendo que somos pecadores, nos ayudarán verdaderamente, porque no se quedarán en unas prácticas y devociones externas sino que nos afectarán en lo profundo.
Así, la limosna no es sólo dinero, es “darnos” a nosotros mismos, nuestro tiempo y capacidades.
La oración no es “repetir rezos”, sino hablar a Dios desde el corazón, con sinceridad y confianza.
El ayuno no es privarse de algunos alimentos, sino de todo lo que obstaculiza nuestra vida de fe.
ACTUAR:
Cuando no reconocemos que tenemos un problema y, por tanto, no lo afrontamos debidamente, éste crece y se agrava, y las consecuencias son peores, para nosotros y para los demás.
Si no damos el primer paso de reconocer que tenemos un problema, que somos pecadores, si no afrontamos debidamente la llamada a la conversión, las consecuencias de nuestro pecado, tanto el personal como el colectivo, crecen y se agravan, con nefastas consecuencias para todo y todos.
Iniciemos la Cuaresma dando el primer paso: que no nos dé vergüenza reconocer que tenemos un problema, que somos pecadores y que, además, necesitamos ayuda para convertirnos.
Como decía la 2ª lectura: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Hagamos nuestras las palabras del Salmo 50 para volvernos hacia Dios, para ponernos en sus manos y, mediante la limosna, oración y ayuno, Él limpie nuestro pecado y nos devuelva la alegría de su salvación.