Credenciales

VER:
En Valencia se está llevando a cabo una Misión Diocesana para realizar un Primer Anuncio del Evangelio. Y, puesto que todos somos discípulos misioneros, la Misión no se va a realizar por “misioneros especializados”, como pueden ser miembros de algunas órdenes religiosas, sino por laicos de la parroquia. Y se va a realizar “de tú a tú”, de persona a persona, invitando a otros a participar en la Misión. Para llevar a cabo esta invitación, y pensando sobre todo en que los misioneros se dirijan a personas desconocidas del barrio, finca o calle de la parroquia, cada párroco les entregará unas credenciales. Una credencial es un documento que indica que el portador está facultado para llevar a cabo esa tarea o encargo, y esto da seguridad a quien se encuentra con él.
JUZGAR:
Hoy, como colofón del tiempo de Navidad, estamos celebrando la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús va a iniciar su vida pública, su misión de anunciar el Evangelio, y lo hace recibiendo el Bautismo, aunque no lo necesitaba, pero como ha dicho a Juan, conviene que así cumplamos toda justicia.
Podemos decir que Jesús recibe “sus credenciales”: Apenas se bautizó Jesús, salió del agua, se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz de los cielos que decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Esta teofanía, estas credenciales, dan testimonio de que Jesús es realmente el Hijo de Dios y, por tanto, está facultado para desempeñar su misión.
Una misión que llevará a cabo con la actitud del “siervo” que escuchábamos en la 1ª lectura: no gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará.
Una misión que está abierta a todos, como decía la 2ª lectura: Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Pero, particularmente, el Evangelio se dirige a los últimos y descartados.
Una misión que se desarrollará sobre todo “de tú a tú”, comenzando con la llamada a los primeros discípulos. Y, aunque haya momentos en que Jesús se dirigirá a multitudes, en esa misión nunca dejará de prestar toda su atención a la persona concreta.
Una misión que no consiste sólo en escucharle, sino que invita a seguirle, a implicarse personalmente, a configurar la propia vida, los valores y decisiones desde el Evangelio.
Una misión que se resume con lo que Pedro ha dicho en la 2ª lectura: ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él.
Nosotros, durante el tiempo de Navidad, hemos sido “discípulos” y hemos acogido al Hijo de Dios hecho hombre, la mayor bendición que el Padre puede derramar sobre nosotros, y nos hemos propuesto adorarlo, particularmente en la Eucaristía.
Pero esta fiesta del Bautismo del Señor también ha de suponer para nosotros que, a nuestro discipulado, unamos la condición de “misioneros”, porque en nuestro Bautismo hemos sido ungidos con el mismo Espíritu de Dios y somos hijos suyos. Y también hemos recibido de Dios “las credenciales” necesarias que nos capacitan para continuar la misión de Jesús de anunciar el Evangelio, no porque seamos mejores que otros, sino porque Dios ha querido contar con nosotros para “abrir los ojos de los ciegos, sacar a cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas”, es decir, para ofrecer la luz de Cristo a todos, pero especialmente a quienes sufren cualquier tipo de cautividad en su cuerpo o en su espíritu.
Y, por tanto, la actitud para llevar a cabo esa misión ha de ser la misma de Jesús: desde la escucha, el respeto, la humildad, la propuesta, no desde la discusión, la polémica, la confrontación…
ACTUAR:
¿Me siento discípulo misionero, o me limito a escuchar y cumplir los preceptos? A la hora de proponer el Evangelio, ¿sigo el estilo de Jesús, o me dejo llevar por polémicas y confrontaciones en conversaciones personales o en redes sociales? ¿Qué actitudes necesito adoptar o potenciar? En el Bautismo y la Confirmación, el Padre nos da las credenciales para continuar la misión evangelizadora de Jesús. Ojalá la realicemos de tal modo que pueda decirse de nosotros: “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien… porque Dios estaba con él”.