Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía de Todos los Santos

Santo reales

VER:

Hace un tiempo encontré esta frase en una novela: “¿Es que tienes que ser una santa? Los santos son una farsa. La gente es como es y como la hace la vida”. Me quedé pensando en eso de que “los santos son una farsa”; quizá el autor se vio influenciado por una imaginería y representaciones de los santos con expresiones extáticas, ojos lastimeros, rostros entre cenicientos y amarillentos… o bien con historias de su vida que son auténticas fantasías. Desde luego, si de los santos sólo conocemos estas representaciones, se convierten en seres completamente irreales, en “una farsa”.

JUZGAR:

Hoy estamos celebrando la solemnidad de Todos los Santos, y es una oportunidad para despojar a los santos de esa imaginería y representaciones equivocadas para acercarnos a su verdadera realidad. Y nos puede ayudar la segunda parte de la frase de la novela:

“La gente es como es”. Solemos tener una idea estereotipada de cómo tiene que ser un santo, pero los santos han sido personas de carne y hueso y, como hemos escuchado en la 1ª lectura, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. Y como “la gente es como es”, el Papa Francisco escribió en su exhortación “Gaudete et exsultate”, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual: “Puede haber errores y caídas. No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo (22). Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor” (3). Esto ya los acerca más a nosotros: los santos no son los “impecables” ni perfectos, son los que cuidaron la amistad con Dios en las circunstancias de su vida.

Por eso también escribió el Papa: “no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros” (11).

Y aquí entra la última parte de la frase de la novela: “La gente es… como la hace la vida”. Una vida que, muchas veces, es muy dura, como también decía la 1ª lectura: Son los que vienen de la gran tribulación. Por eso “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra” (14). Y para concretar ese testimonio en las ocupaciones de cada día, el Señor nos ha ofrecido las Bienaventuranzas, el camino de la santidad.

Cada día, allí donde cada uno nos encontramos, tendremos oportunidades para rebajar nuestro orgullo, para ejercitar la mansedumbre, para dolernos por el dolor y el sufrimiento aunque no nos afecten directamente, para tener hambre y sed de la justicia, para acompañar situaciones difíciles, para limpiar nuestro corazón, para sembrar paz a nuestro alrededor, para hacer lo debido aunque nos acarree problemas, para manifestar nuestra fe con obras y palabras aunque haya quien nos critique o se burle de nosotros.

Si seguimos este camino que Jesús nos mostró y vivió, nuestra vida cotidiana nos irá haciendo santos. Éste es el camino que han recorrido y recorren los santos, tanto los reconocidos “oficialmente” como, sobre todo, a los protagonistas de esta solemnidad, los santos “«de la puerta de al lado», aquéllos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (7).

ACTUAR:

Desde esta perspectiva podemos negar ahora la afirmación de la novela, porque los santos no son una farsa. “La santidad no te hace menos humano” (34). Los santos “son como son y como los ha hecho la vida”, una vida con luces y sombras pero en la que Dios ha estado presente.

Por eso hoy los celebramos, porque son reales y “ayuda y ejemplo para nuestra debilidad” (Prefacio). Como cristianos, somos discípulos y apóstoles pero hoy se nos recuerda que también estamos llamados a ser santos. Y “no tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario” (32)

Contemplando la verdadera realidad de los santos, “deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad”, el camino de las Bienaventuranzas concretado en las ocupaciones de cada día. La celebración de Todos los Santos es una llamada a dejar “que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida” (15).

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