Pequeños detalles

VER:
Al incorporarse a uno de los Equipos de Vida, una persona empezó a participar en la preparación de diferentes reuniones y celebraciones, haciendo aportaciones sobre cómo mejorar lo que ya se hacía: colocar un símbolo en el presbiterio, alusivo a lo que se iba a celebrar; añadir adornos florales, o algunas velas, cuidar la combinación de colores en telas y otros elementos… Eran pequeños detalles pero que surtían efecto en los demás, porque ese cuidado en los detalles mostraba que lo que se iba a hacer no era cualquier cosa sino algo importante. Y, por ello, esos pequeños detalles contribuían a que todos vivieran mejor lo que se estaba celebrando.
JUZGAR:
La Palabra de Dios de este domingo nos hace una llamada a cuidar los pequeños detalles en nuestra vida guiada por la fe. Hoy han aparecido algunos grandes principios de la fe:
La humildad: Actúa con humildad en tus quehaceres y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor (1ª lectura); Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido (Evangelio). La gratuidad: Invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los muertos (Evangelio). Y la 2ª lectura nos ha recordado que no debemos tener con Dios una relación de miedo (no os habéis acercado a un fuego… nubarrones… tormenta… estruendo…), sino de cercanía y familiaridad (os habéis acercado… a la asamblea festiva… al Mediador de la nueva alianza, Jesús).
Estos “grandes principios” los conocemos y los tenemos presentes, pero quizá nos falte concretarlos mejor en nuestra vida cotidiana y, para eso, nos puede ayudar el cuidado de los pequeños detalles, en lo interior y en lo exterior, como también nos han sugerido las lecturas.
En primer lugar, ¿sé qué es verdaderamente la humildad, humillarse? No es cuestión de ojos bajos, voz suave, encogimientos y baja autoestima. La humildad es la virtud de conocer las propias capacidades y limitaciones y actuar conforme a ese conocimiento, ni más ni menos. ¿Y la gratuidad? No es cuestión de “precio”, sino de entrega generosa sin esperar nada a cambio. Por eso:
Actúa con humildad en tus quehaceres: ¿Cómo llevo a cabo mis quehaceres cotidianos, sean los que sean? ¿Hago lo que debo y puedo hacer, o me desentiendo? ¿Soy descuidado, cubro el expediente para salir del paso, o procuro hacerlo del mejor modo que sepa, aunque me cueste más?
Cuanto más grande seas, más debes humillarte: ¿Me considero “grande” por el trabajo o la responsabilidad que desempeño? ¿Me “pongo medallas”, quiero que los demás se enteren de lo que hago y lo valoren si no me enfado? ¿Soy prepotente u orgulloso con los demás?
Decía Jesús: Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal. ¿Me gusta “hacerme notar”, busco el reconocimiento de los demás por lo que hago y digo, aunque sea indirectamente? ¿Siento temor de pasar desapercibido, de que otros “me eclipsen”?
Y cuando des una comida o cena… invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos… porque no pueden pagarte. ¿Asumo compromisos “ingratos” o sólo aquéllos que me satisfacen personalmente? ¿Espero reciprocidad por lo que hago, que los demás me hagan al menos lo mismo que yo hago por ellos?
En cuanto a mi relación con Dios, ¿cómo cuido los pequeños detalles con Él? ¿Le dedico un tiempo de calidad, o sólo “cumplo”? ¿Participo en la Eucaristía el domingo, para mostrar que es el día del Señor y el centro de mi vida de fe, o busco la primera Misa que pueda el sábado por la tarde para “tener libre” el domingo? ¿La Biblia tiene un lugar destacado en mi casa?
ACTUAR:
Si los pequeños detalles tienen la capacidad de ayudarnos a disfrutar y vivir mejor nuestra vida ordinaria, el cuidado de los pequeños detalles en lo referente a la fe también nos ayuda a que penetre más en nosotros su sentido y sus efectos. Como digo muchas veces, “la fe se nos tiene que notar”, y los grandes principios de fe se nos notarán en esos pequeños detalles concretos que, por una parte, nos acercan a esa experiencia de Dios a la que se refería la 2ª lectura, una experiencia de cercanía e intimidad con Él; y, por otra, son un testimonio de que la fe no es algo accesorio, sino que tiene una importancia vital en todas las dimensiones de nuestro actuar cotidiano.