Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía de la Inmaculada-C

Cambio climático espiritual

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Recientemente se ha celebrado en Glasgow una Cumbre sobre el Clima, con el fin de buscar soluciones para luchar contra el cambio climático, provocado, entre otras razones, por la contaminación y la generación de basura y residuos, que tienen un efecto muy negativo en todo el planeta. Desde hace décadas se está viendo esta problemática y se convocan estas Cumbres, pero parece que no se acaba de tomar en serio la gravedad del problema porque, a juicio de muchos, faltan compromisos concretos y efectivos, sobre todo por la negativa de algunos países a asumir dichos acuerdos. Por eso, más allá de lo que decidan los gobiernos mundiales, todos podemos hacer algo para luchar contra el cambio climático, porque el problema nos afecta a todos.

JUZGAR:

También en lo referente a la fe cristiana estamos sufriendo, desde hace décadas, un “cambio climático espiritual”: La mayoría de las personas prescinden de lo religioso, prescinden de Dios, de la fe y de la Iglesia. La secularización va invadiendo de forma integral la vida de las personas, desarrollando una manera de pensar en la que Dios no tiene sitio, (recordemos como la Comisión Europea pide que no se feliciten las fiestas de Navidad, que se diga simplemente “felices fiestas”). Se produce ese “ateísmo práctico” que es vivir como si Dios no existiera. Y este cambio climático espiritual tiene graves consecuencias para todos, porque conlleva la pérdida de valores humanos, derivados del Evangelio, esenciales para la vida social.

Las causas de este “cambio climático” son también muy variadas, pero una de ellas está directamente relacionada con la “suciedad y basura” que generamos con nuestro pecado: la fractura entre fe y vida, el antitestimonio que esto supone, va contaminando todos los ámbitos que conforman nuestra existencia: lo familiar, laboral, político, social, económico, cultural, eclesial…

En esta situación, hoy celebramos una especie de “cumbre contra el cambio climático espiritual”, la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. El 8 de Diciembre de 1854, el Papa Pío IX definió que la Santísima Virgen María  “en el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia concedidos por Dios… fue preservada de toda mancha de pecado original”, ya que estaba destinada a convertirse en la Madre del Hijo de Dios. María fue concebida sin pecado original, pero ello no anuló su libertad, supo mantener su limpieza en todas las circunstancias de su vida por lo que nunca generó “basura ni residuos” que “contaminasen el clima” a su alrededor.

Contemplando a María en su Inmaculada Concepción, deberíamos ser más conscientes de que, por nuestro pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión, poco a poco vamos generando y acumulando “basura y suciedad” que provocan la fractura entre fe y vida y favorecen el cambio climático espiritual, y que van ocultando a Dios, relegándolo al ámbito de lo privado e irrelevante.

Y deberíamos desear ser limpios, como Ella, para luchar contra ese cambio climático, evitando todo lo que nos hace producir “basura”, todo lo que contamina el ambiente a nuestro alrededor.

ACTUAR:

¿Soy consciente de la gravedad del cambio climático, y de mi parte de responsabilidad en el mismo? ¿Qué hago para contrarrestar sus efectos? ¿Soy consciente de la gravedad del “cambio climático espiritual”, y de mi parte de responsabilidad en el mismo por mi pecado? ¿Qué actitudes, comportamientos, valores… generan “basura y suciedad” en mi vida y, por tanto, contaminan mis ambientes? ¿Qué hago para luchar contra los efectos negativos que provoca mi pecado?

Todos somos responsables de luchar contra el cambio climático. Y todos los que nos llamamos cristianos somos corresponsables de luchar contra el “cambio climático espiritual”. Contamos con el Sacramento de la Reconciliación, para limpiar nuestros pecados; y contamos con la Eucaristía, que por la fuerza del Espíritu Santo hace que recibamos al mismo Jesús en nuestro interior y así podamos adoptar compromisos concretos, posibles y revisables, para no quedarnos sólo en las buenas intenciones que, como en el caso de la Cumbre del Clima, no sirven para atajar el problema.

Hoy pedimos al Padre, por intercesión de María Inmaculada, que el Espíritu Santo nos enseñe y ayude a no generar “basura y suciedad” que aumenten el cambio climático espiritual; que llevemos un estilo de vida evangélico según el modelo que tenemos en María, y así favorezcamos que el “buen clima” de Dios, su Reino, esté cada vez más presente en nuestro mundo.

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