Extraterrestres
VER:
Un extraterrestre es un ser de otro planeta y, por extensión, utilizamos esta palabra para referirnos a alguien que se sale de lo común por su comportamiento, aspecto, ideas, etc. En uno de los libros de lectura de EGB recuerdo que había un artículo en el que el autor hablaba de “extraterrestres”. Él, durante muchos años, había buscado evidencias de vida extraterrestre, y al final descubría que efectivamente había extraterrestres entre nosotros, pero no eran seres de otro planeta, sino las personas que son educadas y respetuosas en lugar de ir insultando, que piensan en los demás en lugar de ir a codazos, que cumplen las normas en lugar de recurrir a la violencia… Y algunos, sobre todo en estos últimos tiempos, estamos viviendo esa experiencia de sentirnos extraterrestres por seguir haciendo lo correcto cuando la mayoría hace lo que quiere sin pensar en los demás.
JUZGAR:
Hoy estamos celebrando el último domingo del año litúrgico. Todo el recorrido de fe por el que hemos avanzado desde el pasado Adviento culmina hoy, con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Y en el Evangelio hemos escuchado que Jesús se muestra a Pilato casi como un “extraterrestre”, al decir: Mi reino no es de este mundo. ¿Por qué afirma esto Jesús?
Como se indica en el tema 34 del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos “Ser cristianos en el corazón del mundo”, “el tema central y el núcleo de la predicación de Jesús fue el anuncio del Reino de Dios”. Y Jesús afirma: Mi reino no es de este mundo porque “no es una creación de los hombres ni una realización meramente humana ni de tipo moral ni sociopolítico. Lo difícil es precisar en qué consiste eso que Jesús denomina ‘Reino de Dios’. Jesús casi nunca explicó con detalle el sentido de esta expresión, pero en las parábolas se explica, por medio de imágenes, el comienzo, el crecimiento y la consumación del Reino de Dios”.
Así, nos dijo que “el Reino de Dios, como un grano de mostaza, tiene una gran fuerza de crecimiento, a pesar de su pequeñez inicial“. También nos dijo que ese Reino “es algo tan valioso como un tesoro por el que vale la pena venderlo todo“. Y, aunque su Reino no es de este mundo, “es capaz de transformar los corazones y todo nuestro mundo del mismo modo que un poco de levadura es capaz de transformar la masa de harina”.
Pero Jesús aún va más allá: “El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa, sino que es ante todo una Persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret”. Por eso su Reino no es de este mundo, porque Él tampoco es de este mundo: es el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación. “Jesús es el Reino de Dios en persona. Donde está Él está el Reino de Dios”. Él fue aparentemente un simple hombre que vivió y murió en la Cruz en un rincón del Imperio Romano pero, por ser Dios, es el tesoro por el que vale la pena venderlo todo. Él, con su Palabra y su presencia en la Eucaristía, es la verdadera levadura capaz de transformar nuestros corazones y nuestro mundo.
ACTUAR:
¿Me he sentido o siento como un “extraterrestre” en medio de mi familia, mi ambiente de trabajo, de estudios…? ¿Sabría definir qué es el Reino de Dios? ¿Entiendo por qué Jesús es el Reino de Dios en persona? ¿Qué puedo hacer, o dejar de hacer, para que su reinado esté más presente?
La Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, es una llamada a quienes somos y formamos la Iglesia porque “Iglesia y Reino son realidades inseparables. La Iglesia es germen y comienzo del Reino de Dios”.
Pero sin olvidar que, “puesto que la Iglesia está formada de personas que viven bajo el signo del pecado, no se puede identificar, sin más, la Iglesia con el Reino de Dios”.
Por eso, hoy se nos invita a ser “extraterrestres” pero con mucha humildad, como Jesús lo fue. Y, a la vez, con firmeza, porque “todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine en todos los ámbitos de la humanidad. Donde Él no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo”.
Culminar el año litúrgico con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, es una llamada a vivir la sinodalidad y el discernimiento para hacer cada vez más presente el reinado de Dios, con nuestras palabras y con nuestras obras y compromisos concretos. “No se nos promete un mundo feliz aquí en la tierra, sino asumir la voluntad de Dios como criterio. Lo primero no es ‘mi voluntad’, ‘mi reino’, sino ‘su voluntad’, ‘su reino’. Lo esencial es un corazón dócil para que sea Dios quien reine en nosotros, no nuestros gustos y apetencias egoístas. El Reino de Dios está presente allí donde hay Evangelio vivido”.
