Quiero ser santa (o santo)
VER:
En 1982, en plena “movida” madrileña, el grupo “Parálisis Permanente” compuso la canción “Quiero ser santa”, cuya letra decía, entre otras cosas: “Quiero ser santa… levitar por las mañanas tener estigmas en las manos… Quiero estar martirizada y vivir enclaustrada… que, cuando me muera, mi cuerpo quede incorrupto”. La letra recoge una idea estereotipada, pero muy común, de lo que es ser santa o santo, sobre todo para las personas que no participan habitualmente en la vida de la Iglesia y que sólo ven lo externo, apoyándose en algunas imágenes de santos que refuerzan esos rasgos estereotipados.
JUZGAR:
Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos y es una ocasión para volver a leer la exhortación del Papa Francisco “Gaudete et exsultate”, sobre el llamado de Dios a la santidad en el mundo actual. Primero, para celebrar “la gloria de los mejores hijos de la Iglesia” (Prefacio). Después, para recordar “el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, ese llamado que te dirige también a ti” (10). Y también nos ayudará a romper estereotipos e imágenes erróneas de lo que es ser santo o santa, porque “ser santos no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis” (96).
Así pues, hoy celebramos “la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos” (Prefacio), porque “los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. Podemos decir que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios” (4). Y “en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad” (Prefacio), fijándonos en “los signos de heroicidad en el ejercicio de las virtudes, la entrega de la vida en el martirio y también los casos en que se haya verificado un ofrecimiento de la propia vida por los demás, sostenido hasta la muerte”. (5)
Pero hoy también celebramos que “el Espíritu Santo derrama santidad por todas partes (6), es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en esa constancia para seguir adelante día a día” (7).
La solemnidad de Todos los Santos nos enseña a que “no pensemos sólo en los ya beatificados o canonizados” (6), porque “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra” (14). Como hemos escuchado en el Evangelio de hoy, “Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas. Es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas” (63)
Y podemos recorrer este camino por el que nos han precedido todos los Santos si hacemos lo que dice el Papa: “deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida” (15)
Y el Papa indica varios ejemplos prácticos: “¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales” (14)
Así es como, alentados por Todos los Santos, avanzaremos en nuestro propio camino de santidad y, a la vez, romperemos estereotipos y mostraremos qué es y en qué consiste la verdadera santidad.
ACTUAR:
¿Qué imagen tengo de lo que es ser santo o santa? ¿Qué significa la solemnidad de hoy para mi vida de fe? ¿A qué “santos de la puerta de al lado” he conocido? ¿Quiero ser santa, o santo?
Celebremos a Todos los Santos y deseemos llegar junto a ellos, porque podemos hacerlo. “No se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él” (11)
Por eso, “no tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó” (32). Hoy todos deberíamos decir: “Quiero ser santa, o santo”. Para eso, “volvamos a escuchar a Jesús en las bienaventuranzas, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro. Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos interpele a un cambio real de vida. De otro modo, la santidad será sólo palabras” (66) o, como en el caso de la canción, una serie de imágenes estereotipadas y muy erróneas de lo que es la verdadera santidad.
