Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía XXVI del TO-B

Cultura del encuentro

VER:

En una conversación salió a relucir el famoso programa “La clave”, que consistía en un debate presentado y moderado por el periodista José Luis Balbín, en el que se abordaban temas de actualidad que afectaban a la sociedad española, debatidos por personajes destacados del mundo de la política, la ciencia y la cultura en general, que exponían sus puntos de vista con respeto y escuchando las opiniones de los demás. Este tipo de programa actualmente es añorado porque en muchos actuales debates lo que predomina es la crispación y el griterío. No se quiere dialogar con el otro, se le ve como un enemigo al que hay que atacar para hacer prevalecer mis ideas.

JUZGAR:

Este ambiente de crispación y ausencia de diálogo se extiende también a nuestras relaciones más cercanas. Nos cuesta escuchar a los demás, o mientras están hablando no prestamos atención porque ya estamos pensando cómo rebatir lo que nos están diciendo. Y, si entramos en las redes sociales, vemos cómo a menudo se convierten en un instrumento de provocaciones y ataques.

En este ambiente, el Evangelio de este domingo nos hace una llamada a valorar y acoger lo positivo que tienen los demás. Los discípulos dicen a Jesús: hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros. Ante esta visión cerrada y exclusivista, Jesús les responde: No se lo impidáis… El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Jesús nos pide que abandonemos actitudes intransigentes y excluyentes y que aprendamos a descubrir y valorar lo bueno que tienen y hacen los demás, aunque “no sean de los nuestros”.

Por eso, como recoge el título de una campaña de Acción Católica General, en multitud de ocasiones el Papa Francisco ha utilizado la expresión “cultura del encuentro”, para impulsar “una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones”. (Evangelii Gaudium 239).

Y en su última encíclica, “Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa retoma este tema: “Reiteradas veces he invitado a desarrollar una cultura del encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que enfrentan. Una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible”. (FT 215)

Como cristianos, esta llamada a desarrollar la cultura del encuentro supone una particular exigencia, como indicó la Archidiócesis de Toledo en su “Iniciativa Areópago”: “En una sociedad cada vez más polarizada, la voz de quienes, a la luz de la fe, desean ofrecer al mundo su visión del ser humano es más necesario que nunca. Desgraciadamente, ni en el debate político, ni en la vida social y, en ocasiones, ni siquiera a nivel personal en nuestro día a día, optamos por el diálogo como método para encontrarnos con el otro y para tratar de afrontar, juntos, la solución a los problemas que tenemos en común. Sólo es posible dialogar si se parte del aprecio; únicamente puede entablarse una auténtica conversación si se hace con respeto, convencidos de que podemos beneficiarnos recíprocamente. Dialogar, construir, fomentar la cultura del encuentro es el objetivo”.

Por eso, en nuestra realidad, “no debemos situarnos en posiciones de permanente condena, que genera una sensación en los demás de que siempre estamos enfadados. Hay cuestiones que, como creyentes, tenemos la obligación de poner sobre la mesa como elementos irrenunciables: el empeño por la paz y la libertad de las personas y de los pueblos, la defensa y promoción de los derechos humanos, la promoción de los más pobres, la prioridad de la vida humana, la relación equilibrada entre el hombre y la Creación…” (Ser y misión de la ACG – Llamados y enviados a evangelizar).

Y uno de esos temas que tenemos que poner sobre la mesa es el que hoy está celebrando la Iglesia española: la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, este año con el lema “Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”, con el fin de concienciarnos para salir de un «nosotros» pequeño, reducido por fronteras o por intereses políticos o económicos, para ir al encuentro de un «nosotros», según el plan de Dios, en el que vivamos como hermanos, compartiendo la misma dignidad que Él nos da.

ACTUAR:

¿Me dejo llevar por la crispación en mi vida cotidiana y mis relaciones? ¿Creo de verdad que el que no está contra nosotros está a favor nuestro, sé dialogar, valorar y acoger lo positivo que puedan tener o hacer otros, aunque “no sean de los míos”? ¿Cómo puedo desarrollar la “cultura del encuentro”?

Un testimonio creíble de nuestra fe es buscar el encuentro con los demás, porque “el ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual”. (EG 88) Por eso, frente al ambiente de crispación en que vivimos, comprometámonos con gestos y actitudes concretas en hacer realidad esta llamada del Papa: “Pido a Dios que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz”. (FT 254)

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