Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía XXV del TO-B

No seamos repelentes

VER:

Quienes somos mayores recordaremos un personaje creado por el escritor Rafael Azcona, “el repelente niño Vicente”, que apareció en los años cincuenta en la revista La Codorniz. Era un niño insoportable, siempre pulcramente vestido y peinado, engreído y sabelotodo, que utilizaba un lenguaje rebuscado y pedante para dar lecciones a los demás. Este personaje tuvo un enorme éxito hasta el punto de que se popularizó la frase: “Pareces el repelente niño Vicente”, cuando nos encontrábamos ante alguien impertinente y sabihondo.

JUZGAR:

A la Iglesia como institución, y también a muchos católicos, muchas veces se nos ve como “el repelente niño Vicente”. Y hemos de ser sinceros y reconocer que, muchas veces hemos dado esa imagen: nos hemos considerado como “los buenos” y los otros son “los malos”; nos hemos creído en posesión de la verdad en todo, y la hemos querido inculcar a la fuerza utilizando normalmente un lenguaje ampuloso y rebuscado; nos hemos mostrado muy “pulcros” sobre todo en temas de moral sexual… Y así no es de extrañar que así hayamos provocado reacciones como las que hemos escuchado en la 1ª lectura: nos resulta incómodo… sólo verlo da grima.

Resultamos repelentes porque aparentamos algo que, en realidad, luego no cumplimos tan bien como nos creemos. Porque nos hemos olvidado de que, aunque seamos católicos y oremos y participemos en la Eucaristía, somos pecadores y caemos en la tentación, porque nos ocurre lo que dijo San Pablo: El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. (Rm 7, 19)

Nos olvidamos de que personas buenas las vamos a encontrar en cualquier parte porque todo ser humano lleva en sí la imagen de Dios.

Nos olvidamos de que sólo Cristo es la Verdad, y que esta Verdad no la poseemos en exclusiva, sino que, como indicó el Vaticano II: “Todo esto es válido para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de un modo invisible… en la forma de sólo Dios conocida”. (Gaudium et Spes, 22)

Nos olvidamos de que la fe cristiana no “se inculca” a la fuerza, que la fe se propone, no se impone, y que hay que proponerla con obras y palabras, con el ejemplo. Y esas obras y palabras tienen que ser cercanas y comprensibles para la gente, como hacía Jesús.

Y hay un camino comprensible a todos para proponer la fe, y que Jesús nos ha recordado en el Evangelio: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Si queremos ser “los primeros” a la hora de anunciar y proponer la fe en Cristo Resucitado, debemos abandonar actitudes propias del “repelente niño Vicente”, y adoptar una actitud de humildad y servicio.

Como dice el Papa Francisco, “el servicio puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad. El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. No se sirve a ideas, sino que se sirve a personas”. (FT 115)

ACTUAR:

¿Conozco a alguien que parezca “el repelente niño Vicente”? ¿Qué es lo que me provoca rechazo? ¿Reconozco en la Iglesia como institución, y en mí mismo, actitudes del “repelente niño Vicente? ¿Qué me sugiere la frase “la fe se propone, no se impone”? ¿Propongo la fe en Cristo, con obras y palabras, de un modo comprensible para los demás? ¿Cómo evalúo mi actitud de servicio?

En la 2ª lectura, el apóstol Santiago decía: Pedís y no recibís, porque pedís mal. Quizá una de las razones no sólo de la escasa respuesta a nuestro anuncio del Evangelio, sino también del rechazo que tantas veces provoca este anuncio, es que estamos pidiendo que los otros “se conviertan”, y lo que deberíamos pedir es convertirnos nosotros a una actitud de verdadero servicio, para poder proponer la fe como Jesús hacía y nos pide que continuemos haciéndolo: desde el servicio.

El verdadero discípulo y apóstol del Señor necesita cambiar la actitud del “repelente niño Vicente” por la del servicio. Esto nos librará de falsas presunciones porque, como escribió Benedicto XVI, seremos conscientes de “no ser más que un instrumento en manos del Señor. Haremos con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiaremos el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas” (Dios es amor, 35)

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