Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía del Jueves Santo-B

Día del Amor Fraterno-B


VER:

El Domingo de Ramos decíamos que necesitamos “salvar la Semana Santa”, porque los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús son los que nos salvan a nosotros mismos. Hoy, Jueves Santo, celebramos la institución de la Eucaristía y suele ser el día de la Semana Santa que mayor número de fieles congrega en la celebración, signo de la centralidad de la Eucaristía para quienes somos y formamos la Iglesia, porque la Eucaristía es “fuente y cima de la vida cristiana” (LG 11). Podríamos pensar que no hace falta “salvar” el Jueves Santo, pero también es necesario salvarlo porque hay un peligro: creer que la Eucaristía es algo privado, íntimo de cada uno, un acto de culto que sólo requiere adoración y devoción, y no es así.

JUZGAR:

Si queremos “salvar el Jueves Santo” y, por tanto, “salvar la Semana Santa”, nos hace falta “vivir de la Eucaristía”, como dijo San Juan Pablo II. Pero también lo que dijo Benedicto XVI en su encíclica “Sacramentum caritatis”: la Eucaristía es un Misterio que se ha de creer, que se ha de celebrar, y que se ha de vivir.

Por eso hoy, junto con la institución de la Eucaristía, celebramos el Día del Amor Fraterno, en consonancia con lo que hizo Jesús en la Última Cena, y hemos escuchado en el Evangelio: Estaban cenando… y se pone a lavarles los pies a los discípulos. La Eucaristía, la participación en la Cena del Señor, lleva necesariamente al servicio a los demás, porque las Palabras de Jesús al instituir la Eucaristía, y que hemos escuchado en la 2ª lectura: Haced esto en memoria mía, no se refieren sólo a la celebración litúrgica, sino también a su entrega por los demás: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Como dijo Benedicto XVI: “Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo. En las personas que encuentro reconozco a hermanos y hermanas por los que el Señor ha dado su vida amándolos «hasta el extremo» (Jn 13, 1). Por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse «pan partido» para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno”. (SC 88)

De ahí que el Papa Francisco haya titulado su última encíclica “Fratelli tutti”, “hermanos todos”, para hacer un llamamiento a la fraternidad y la amistad social. Una encíclica que adquiere una especial importancia para nosotros, si queremos “salvar el Jueves Santo”. En un mundo tan dividido y desgarrado en lo social, político, económico, familiar, ecológico, eclesial…, celebrar la institución de la Eucaristía y el Día del Amor Fraterno es una llamada a hacer lo que Jesús hizo, porque “cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna”. (FT 77). Por tanto, “cuanto más vivo sea el amor por la Eucaristía en el corazón del pueblo cristiano, tanto más clara tendrá la tarea de la misión: llevar a Cristo”. (SC 86)

ACTUAR:

¿Cuál es mi principal motivación para participar en la celebración del Jueves Santo? ¿Vivo de la Eucaristía, y vivo la Eucaristía? Además de la institución de la Eucaristía, ¿tengo igualmente presente que es el Día del amor fraterno? ¿He leído la encíclica “Fratelli tutti”?

Hace falta “salvar el Jueves Santo”. Por supuesto, hoy es un día para “creer y celebrar”, para estar con el Señor, para tener un tiempo de oración y adoración ante el Monumento, agradeciéndole la institución de la Eucaristía y que se haya quedado presente en ella. Pero salvaremos de verdad el Jueves Santo si este día “lo vivimos” también en su dimensión de Día del amor fraterno, porque “el misterio «creído» y «celebrado» contiene en sí un dinamismo que hace de él principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana “(SC 70). Y vivir el Día del amor fraterno conlleva lavarles los pies a otros, “es una manera de tratar a otros que se manifiesta de diversas formas: como amabilidad en el trato, como un cuidado para no herir con las palabras o gestos, como un intento de aliviar el peso de los demás” (FT 223).

“Hagamos esto en memoria suya”: salvemos el Jueves Santo participando en la Eucaristía y recordando que, si vivimos de la Eucaristía y vivimos la Eucaristía, cada día será para nosotros un “Día del Amor Fraterno”.

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