Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía IV de Cuaresma-B

Por pura gracia

VER:

Desde hace tiempo en el panorama político estamos oyendo hablar de la posibilidad de concesión de unos indultos. Un indulto es una “gracia por la cual se remite total o parcialmente o se conmuta una pena”. Y a su vez, una gracia es un “don o favor que se hace sin merecimiento particular, una concesión gratuita”. No sólo en la vida social y política, sino también en la vida personal, podemos tener experiencias de “indulto” y de “gracia” que hemos recibido o que hemos otorgado: situaciones de perdón y reconciliación, actos de servicio y entrega… Y en la base de estos “indultos” y “gracias” que afectan a nuestra vida personal a menudo se encuentra el amor, porque amamos o porque nos aman. Porque si el “indulto” o la “gracia” se tuviera que deber a los méritos personales, muchas veces no habría ninguna razón para otorgarlo o recibirlo.

JUZGAR:

La Palabra de Dios de este cuarto domingo de Cuaresma nos habla una vez más del amor y de la misericordia de Dios. Y en la 2ª lectura, san Pablo indica: por pura gracia estáis salvados. Dios derrocha sobre nosotros “indultos” y “gracias”, sin otro motivo que su amor eterno hacia nosotros. Podemos contrastar en las diferentes lecturas las actitudes humanas que en ellas aparecen y de las que nosotros participamos, con la actitud de Dios.

En la 1ª lectura, los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades… ¿Cuáles son mis infidelidades hacia Dios? No nos fijemos sólo en lo que solemos entender como grandes infidelidades, sino en las que consideramos pequeñas, sin importancia, y que se repiten, porque éstas son las que acaban multiplicándose.

El Señor les envió avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión… Pero ellos se burlaron… despreciaron sus palabras… ¿Quiénes me hacen llegar “avisos” de parte de Dios? ¿Tengo en cuenta lo que dicen, hago caso?

En la 2ª lectura decía san Pablo: estando nosotros muertos por los pecados… ¿Me he sentido o me siento “muerto”, sin salida, sin futuro? ¿Tengo algo de responsabilidad en esta situación?

Y en el Evangelio decía Jesús: los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. ¿Reconozco que en ocasiones “elijo la tiniebla”, que obro mal conscientemente?

Frente a estas actitudes nuestras, estaría justificado que Dios nos dejara por imposibles y nos “condenase”. Pero no, Dios no nos condena, somos nosotros quienes nos autocondenamos, como también ha dicho Jesús: el que no cree ya está condenado. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. La actitud de Dios, como decía san Pablo, es muy distinta: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, por pura gracia estáis salvados...

Y la manifestación plena de esa “pura gracia” de Dios es Jesucristo, porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

ACTUAR:

En este tiempo de Cuaresma, acercándonos a la Semana Santa, en la que actualizaremos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo por nosotros y por nuestra salvación, la Palabra de Dios que hemos escuchado debería grabársenos en nuestro corazón y ser la base de nuestra oración para experimentar que por pura gracia estáis salvados, y corresponder a esa gracia de Dios mediante nuestra conversión, para que nos dediquemos a las buenas obras, que Él determinó que practicásemos.

Y una manera de avanzar en nuestra conversión es acercarnos en este tiempo a recibir la gracia de la absolución en el Sacramento de la Reconciliación. Nos cuesta hacerlo porque el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. Pero si tenemos presente que Dios es rico en misericordia, y que por el gran amor con que nos amó, no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él, nos acercaremos con humildad y confianza a la luz de este Sacramento para experimentar que, sin mérito alguno por nuestra parte, por pura gracia, ya no estamos muertos por los pecados sino en el camino de la salvación y de la vida eterna.

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