El agua sola no basta
VER:
Desde el comienzo de la pandemia se hizo un llamamiento a la necesidad de extremar la limpieza de manos, utensilios, superficies… Una limpieza que había que hacer a conciencia y por eso se dieron indicaciones acerca del tiempo que debíamos estar lavando las manos con jabón, o la proporción de lejía que había que añadir al agua, se recomendaron algunos productos como más idóneos para desinfectar bien… Aunque el agua es la base de estos métodos y productos, el agua sola no basta para una buena limpieza, necesita que se le incorporase algo que la haga efectiva.
JUZGAR:
Hoy estamos celebrando la fiesta del Bautismo del Señor, con la que termina el tiempo de Navidad. Hemos contemplado a Jesús, ya adulto, que llegó desde Nazaret a que Juan lo bautizara. Aunque es el Hijo de Dios, Jesús, como verdadero hombre, se hizo bautizar por Juan. Por una parte, para ser en todo semejante a nosotros y así indicarnos el camino a seguir; por otra parte, para que quede manifestada su divinidad, atestiguada por una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Y también, al querer ser bautizado, Jesús da al Bautismo un nuevo sentido. El bautismo de Juan era sólo con agua, un signo de conversión, una llamada a llevar una vida más acorde con el cumplimiento de la ley, pero Jesús, con su Bautismo, abre una nueva dimensión: a partir de ese momento inicia su misión, su vida pública, el anuncio del Evangelio.
Un anuncio con obras y palabras que nosotros, sus discípulos y apóstoles, estamos llamados a continuar en nuestro mundo, viendo en santidad, porque para eso hemos recibido el Sacramento del Bautismo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Y del mismo modo que el Espíritu bajó sobre Jesús después de ser bautizado, ese mismo Espíritu desciende sobre todos los que reciben el Bautismo, para continuar la misión evangelizadora de Jesús.
Nuestra vida, nuestro mundo, se encuentra sometida a muchas “infecciones”, muchos males de todo tipo que provocan grandes sufrimientos. Y ante esta situación han sido muchos los que, humanamente, han hecho lo posible para atajarlos. Éstos serían los que han recibido “un bautismo de conversión”: han visto la necesidad y han reaccionado, pero sus esfuerzos no resultan suficientemente eficaces. Podemos decir que se ha querido limpiar nuestro mundo “sólo con agua”, pero ante la gravedad de las situaciones, el agua sola no basta, hace falta más.
Y ahí es donde el Señor nos llama a actuar, siguiendo su ejemplo: si queremos “no sólo llamarnos, sino ser de verdad, hijos de Dios” (cfr. oración después de la comunión), no podemos contentarnos con “tener buena voluntad”, como si sólo hubiéramos recibido “un bautismo de conversión”. La buena voluntad es el “agua”, la base de toda acción, pero hace falta más y por eso nosotros debemos poner a la “buena voluntad” el ingrediente del Espíritu Santo que hemos recibido en el Bautismo.
Como escribió San Pablo VI en “Evangelii nuntiandi” 75: “No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo. Él es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio. Él es quien, hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado”.
ACTUAR:
Nuestra vida, nuestro mundo, necesitan una “limpieza a conciencia”, pero “el agua sola no basta”, la buena voluntad no es suficiente. “Las técnicas de evangelización son buenas pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él. Sin Él, la dialéctica más convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin Él, los esquemas más elaborados sobre bases sociológicas o sicológicas se revelan pronto desprovistos de todo valor” (EN 75). El Bautismo del Señor que hoy celebramos es una llamada a que nosotros activemos nuestro Bautismo, continuemos la misión de Jesús y nos pongamos a “limpiar a conciencia”, como ha dicho el Papa Francisco, siendo “evangelizadores con Espíritu, evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. El Espíritu Santo infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios”. (EG 259)
